opinión

Al Aire Libre | Heridas sagradas

La pasada semana se produjo un acto vandálico contra la plaza de toros de Jerez. Unos desalmados y nada aficionados tuvieron la vergonzosa ocurrencia de hacer pintadas en forma de protesta por la no inclusión de un torero en nuestra feria de mayo. Estos actos nunca justificables, pienso que más que apoyar a un torero lo que hacen es desprestigiarlo, pues dice muy poco del mal gusto de algunos de sus seguidores.

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La empresa tiene nombre e imagen humana a la que pedir explicación, pero la plaza de toros es templo sagrado, crisol de enjundia, majestuoso símbolo que, en silencio, vive y sobrevive con una forma peculiar de sentir el toreo. La centenaria plaza de añeja ruinosa estampa, ahora encima es víctima en sus muros de la pasión mal llevada y entendida. ¿Vayan ustedes con pancartas a pedir explicaciones al empresario! O bien, ¿pidan explicaciones al apoderado y al torero! Que se creen que pueden exigir en esta tierra que de arte sabe más que nadie. Pero esto ha sido un acto cobarde. Para empezar, este torero no llena la plaza, por lo tanto, no puede exigir. Y si ese dinero sí se lo dan al de Galapagar, es porque puede y demuestra, cosa que el de Sevilla, hoy por hoy, no consigue. Por supuesto, que como cualquier figura del momento, debería estar en todas las ferias importantes, pero eso no depende sólo de la empresa, también de su predisposición; pues no se debe uno endiosar, más cuando aún es joven y le queda mucho por hacer. Equivocado planteamiento, pienso, el de este torero de aguas turbulentas, maneras a veces demasiado excéntricas y poca naturalidad en su ser, pues el toreo grande es ante todo naturalidad, sin necesidad de forzar la planta, sin querer ser otro. Virtudes claro que las tiene, pero a ver si es capaz de crecer con ellas. Por último, recordar que la plaza de Jerez es templo un ente intocable.