LUCES Y SOMBRAS

Desconfianza política

Parece que los políticos se fían poco de los periodistas.» El comentario, de una persona ajena a la política, expresa bastante bien la perplejidad de muchos ciudadanos ante tanta suspicacia surgida en torno al debate que se intentaba organizar entre Rajoy y Zapatero. La verdad es que estuvo a punto de no celebrarse por un exceso de desconfianza hacia los medios de comunicación; en esta ocasión, hacia las cadenas de televisión públicas y privadas. Felizmente el debate se llevó a cabo porque se impuso el sentido común, porque los responsables de los dos grandes partidos encontraron la fórmula adecuada y porque los moderadores, de larga y probada trayectoria profesional, fueron aceptados por ambas partes.

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Analizar las causas, en el corto espacio de una columna, de este recelo, probablemente reciproco entre periodistas y políticos que además se necesitan mutuamente, es una tarea delicada y harto complicada. Es evidente que los políticos precisan de los medios para transmitir su mensaje o para dar a conocer el desarrollo de su actividad. El periodista trata la noticia y entrega la correspondiente información al destinatario final. Eso debería ser lo normal, pero cuando ese periodista mezcla, intencionadamente o no, opinión con información el conflicto surge de inmediato. Se entiende que las empresas periodísticas obedezcan a intereses legítimos y orienten sus objetivos en función de determinados principios ideológicos, pero lo que de ningún modo pueden hacer, en aras de esos principios y de esos intereses, es distorsionar la realidad que se sirve en forma de noticia. Tan habituados estamos a los juegos malabares que se practican con los titulares que ya no sorprenden si no guardan relación con la información que se titula. Por este camino es fácil comprender que la opinión pública y la opinión publicada no siempre sean coincidentes.

La lucha feroz de los medios de comunicación por encontrar un hueco en el mercado de la información conduce a la exageración y a la desfiguración de la realidad.. Es una forma como otra cualquiera de incrementar las ventas. Así, por ejemplo, se magnifican los errores y se minimizan los aciertos de la actividad política. «No dejes que una buena noticia te estropee un buen titular» es una frase familiar en las escuelas de periodismo que puede explicar acertadamente algún tipo de comportamiento periodístico. O esta otra tan conocida: «la noticia es que un hombre muerda a un perro y no lo contrario».

Bernstein , afamado periodista del Washington Post y premio Pulitzer por su investigación sobre el caso Watergate, decía ,hace años, algo así como que en la prensa lo sensacional, lo frívolo y lo entupido estaba siendo más importante que la verdadera noticia. No se puede generalizar, pero pienso que le asiste la razón. De tanto desvirtuar las cosas podría ocurrir que lo excepcional se convierta en lo habitual y lo normal se aborde como algo singular. La gran noticia podría ser que un perro muerda a una persona. Fantástico.