DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

Cuestión de valores

Esta semana de resaca electoral y eurovisiva nos ha devuelto a la realidad de las cosas. Días atrás todo estaba distorsionado por el caleidoscopio de la política, el sufragio universal y el tupé de Chikilicuatre. Una vez que las urnas han dictado sentencia -particularmente dura, como por otra parte se esperaba, en el caso de los andalucistas- el foco de la actualidad se ha detenido especialmente en asuntos relacionados con los valores: el catastro, los huertos de ocio, y el precio de la leche. Me entenderán enseguida.

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En el primero de los casos, el Ayuntamiento de Jerez parece estar disputando una partida de aquel juego que consistía en poner manos y pies sobre unos círculos de colores hasta llegar casi al contorsionismo. No se pueden dar más bandazos en menos tiempo. Nuestro sacrosanto Consistorio está complicando tanto las cosas que, sinceramente, no tengo ni la menor idea de cómo piensa salir de esta. Estamos ante una enfermiza obsesión por defender lo indefendible, y sólo porque el ministerio de turno también es socialista. Imaginen ustedes qué situación tendríamos sobre la mesa si este absoluto desastre de revisión catastral, edificada sobre un amplio catálogo de errores, lo hubiese diseñado un gobierno central del Partido Popular. Como mínimo, Pilar Sánchez habría nombrado ya personas non gratas a medio Ejecutivo y es muy posible que el Ayuntamiento hubiera desplegado una campaña institucional para defender a los jerezanos de tan intolerable agresión y bla, bla, bla... Sin embargo, aquí lo que se ha hecho es mirar para otro lado, modificar de arriba abajo el modelo del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) para que el golpe a los jerezanos fuese menos bestia, negar la evidencia más de tres veces y, por último, cuando media ciudad ya está que muerde, anunciar una revisión de la revisión catastral por parte de un equipo de «expertos independientes» que espero nos presenten para comprobar su experiencia y su independencia. Van a tener trabajo hasta hartarse.

De los valores catastrales hemos saltado esta semana al valor de una finca cualquiera en el término municipal de Jerez. A través de LA VOZ hemos podido saber algo más del caso de los huertos de ocio, ese en el que -les refresco la memoria--la Gerencia Municipal de Urbanismo desalojó por la fuerza a los arrendatarios de unos huertos familiares en San José Obrero para poner los terrenos a disposición de una constructora que hizo lo que tenía que hacer: doscientos unifamiliares. Pues bien, en la fase de instrucción de esta oscura historia se ha comprobado que la GMU valoró los terrenos en cuestión en 23 euros el metro cuadrado, cuando su precio real de mercado rondaba los 63 euros por cada metro. Serán los tribunales los que determinen qué intereses se escondían tras una tasación tan rebajadita de precio. Sería muy extraño que a estas alturas de la película no supieran en Urbanismo cuál es el valor de una finca en Jerez, ¿verdad?

Y, por último, no entiendo cómo la industria láctea tiene el valor de hacer lo que está haciendo delante de nuestras narices de consumidores sufridos, que no estúpidos como muchos se piensan. Los pocos ganaderos que van quedando por estos lares han denunciado esta semana que la industria, en este caso Puleva, les ha vuelto a recortar el precio que paga por la leche, dejando a algunos de ellos al borde del abismo. El caso es que mientras Puleva y compañía pagan menos por el producto, la leche no baja de precio en las estanterías, sino todo lo contrario. Los consumidores sabemos cuál es el valor real de la leche, y lo que está sucediendo es una tomadura de pelo tanto para los ganaderos como para nosotros.