Cartas

En la Alameda

Recientemente se ha restaurado el monumento existente en la Alameda de Apodaca, muy próximo a la Plaza de Argüelles, a San Francisco Javier. Quedan algunos detalles pendientes como son las manos del santo. Sin embargo, noto en falta un soneto que existía en la base de la columna, en su cara que da a la plaza de Argüelles. Dicho verso, que estaba grabado sobre la piedra, con el paso de los años se encontraba muy deteriorado y resultaba imposible su lectura. Supongo que el motivo de no reponer ese verso, será precisamente esa dificultad en su lectura.

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Soy hijo de Miguel Martínez del Cerro y Gómez, Catedrático que fue de Lengua y Literatura Española, de los Institutos Columela y Santa María del Rosario, en Cádiz. A mi padre, que falleció en 1971, se le encargó una poesía para incorporar en el monumento a San Francisco Javier. Por ello he consultado los escritos de mi padre y he localizado el original del soneto para la estatua ahora restaurada. El soneto decía:

Toma, Xavier, y guarda con esmero

a este pueblo de Cádiz, peña brava

que, como brazo hispano, señalaba

la dirección del mar al mundo entero.

El quiso recorrer su derrotero

y, siguiendo la luz que le mostraba,

como un barco entre mares navegaba

con impulso impaciente y misionero.

Así, de su rincón, velas famosas

blancas y leves por el mar salieron

hacia un mundo de ensueño y poderío.

Toma, y enciende en brasas misteriosas

con el amor de los que ayer vencieron

nuevos amores para el pueblo mío.

Aprovecho para enviarle copia de un magnifico soneto de Lope de Vega, recogido en la última página del libro Un Paseo por Cádiz, de Miguel Martínez del Cerro. Este libro publicado por la Editorial Escelicer en 1966. Se agotó nada más salir al mercado y por una serie de motivos no se ha vuelto a publicar hasta el año 2.005. Edición de la Academia de Bellas Artes de Cádiz, con la colaboración de la Comisión C. Thyssen-Bornemisza. Esta segunda edición se ha agotado, igualmente como ocurrió con la primera, al poco tiempo de salir al mercado. En estos días y nuevamente por parte de la Academia de Bellas Artes ha salido a la calle una nueva edición de esta obra. Como se sugiere en el libro y muchos gaditanos que conocen el soneto lo colaboran, sería culturalmente muy beneficioso recordarlo en una lápida en la playa de Cádiz. Tanto para el recuerdo de los gaditanos como para el conocimiento de nuestros visitantes.

Ese soneto de Lope dice:

Esparcido el cabello por la espalda

que fue del sol desprecio y maravilla,

Silvia cogía por la verde orilla

del mar de Cádiz conchas en su falda.

El agua, entre el hinojo de esmeralda,

para que entrase más el curso humilla.

Tejió de mimbre una alta canastilla

y púsola en la frente por guirnalda.

Mas, cuando ya desamparó la playa:

Malhaya-dijo- el agua que, tan poca,

con su sal me abrasó pies y vestidos.

Yo estaba cerca y respondí: -Malhaya

la sal que tiene tu graciosa boca

que así tiene apresados mis sentidos.

Román Martínez del Cerro. El Puerto