ESPAÑA

El «alma» del camping de Fuenmayor

La familia del concejal asesinado veraneaba desde 2001 en la pequeña localidad riojana

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«Nos lo han matado». Loli, recepcionista del camping Fuenmayor, no puede contener las lágrimas. El teléfono fijo y el móvil no paran de sonar. Atiende las llamadas como puede y el llanto inunda sus mejillas en cuanto distingue al otro lado la voz de algún campista. La mujer apenas da abasto. La emoción lo ocupa todo. La imagen de Isaías, uno de sus clientes habituales desde siete años atrás, se le aparece constantemente. El recuerdo es cercano. Apenas hacía unos días que el ex concejal se había dejado caer por allí. «Vino el lunes después de llamar para saber cómo estaban las carreteras, por la nieve. Se marchó el miércoles por la tarde», acertaba a explicar.

Loli le conocía bien. La familia Carrasco había encontrado en la localidad riojana su lugar de veraneo y descanso allá por el verano de 2001, y desde entonces había sido fiel a estas instalaciones. Tal es así que comenzó por comprar un mobil home a medias con un amigo de Mondragón llamado Pedro, para años más tarde hacerse con uno propio y nuevo en una pequeña parcela contigua a la anterior. Con el tiempo, llegó incluso a añadirle un pequeño txoko en el que pasar los ratos libres en compañía de su mujer, sus tres hijos y sus amigos, muchos de ellos hechos en el propio camping. La instalación está a dos kilómetros del núcleo urbano y muy ccerca de La Puebla de Labarca.

«Vino el lunes -explica la recepcionista- porque se estaba haciendo un avance en la casa, una especie de tejado que protegiera del agua al salir de ella. No pudo recoger las planchas como era su deseo. Pensaba hacerlo en Semana Santa».

Eugenio es otro de los buenos amigos que Isaías tenía en el recinto de Fuenmayor. Como el ex edil, trabajó en Mondragón en una fábrica de tornillos, desde donde recaló en Fuenmayor hace ya varios años. Su casa del camping apenas dista unos metros de la de los Carrasco.

«Siempre jovial»

«Se ha puesto a llorar como un chiquillo cuando nos han llamado para contar la tragedia», relataba la hija de Eugenio, en avanzado estado de gestación. «Está muy afectado -reconoce- y no quiere más que estar a solas para llorar. Me da un poco de miedo porque tiene un marcapasos en el corazón y lo sucedido puede afectarle».

Todos en el camping definen a la última víctima de ETA como «un gran hombre, jovial, alegre y siempre de buen humor»; una persona «tremendamente agradable», dispuesta a echar una mano en todo momento a quien se lo pidiera. Por su forma de ser, por su buen humor, muchos le definen como «el alma del camping». «Si ahora mismo hubiera estado, estén seguros de que les hubiera hecho pasar a su casita, a su txoko, para tomar un vino. Era así de cordial, de bondadoso, de buena persona, de...», evoca la joven hija.

Sus mejores amigos en Fuenmayor reconocen que el ex edil nunca dio la sensación de estar preocupado por su seguridad personal, pese a que la mayoría recordaba cómo su nombre había aparecido pintado con una diana hace unos años en las paredes de Mondragón. Aquel incidente, aseguraban ayer, motivó que le pusieran escolta. «Hablábamos de vez en cuando con él de política, pero como puedes hablar con cualquier otra persona. Tampoco nos llevaba más tiempo. De hecho, nunca le concedió mayor importancia a ello, y tan sólo en una ocasión llegó a comentarnos que se había mosqueado porque estando en la cabina del peaje de la autopista, que es donde trabajaba, habían estacionado un vehículo».

Los propietarios de las casetas instaladas en el camping se afanaban ayer en dar forma a un homenaje que quieren ofrecerle a su compañero de veraneo. Todo por perpetuar la memoria de quien les hizo disfrutar de grandes momentos de relax. Una tranquilidad que ayer se les quebró.