PROMESA. Fran Gómez cita al natural. / LA VOZ
Toros

Fran Gómez, Jesús Arroyo y Carlos Gómez, a hombros en la plaza de Chapín

Con un terno verde botella y oro, el novillero gaditano Fran Gómez se hizo presente en la plaza cuando lanceó con donosura en templadas verónicas y ganaba terreno, en cada pase, a su oponente. Muy pocas fuerzas derrochó este eral, que se desplomaba sobre el albero cuando el espada le intentaba bajar la mano. De embestida, además, corta y rebrincada, no otorgó opción alguna de lucimiento. Aún así, un siempre bien colocado Fran obtuvo pasajes estimables y aunque el toreo fundamental no encontró ni la limpieza ni la estética desada, culminó su actuación con valerosos circulares y manoletinas de escalofriante ceñimiento, que enaltecieron de júbilo los tendidos. Un volapié ejecutado a ley, le valió como recompensa las dos orejas de su oponente.

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En algún apartado del manual de enseñanzas en las Escuelas debe aparecer que las faenas han de iniciarse, sin excepción, a base de derechazos y terminarse con el adorno reiterado de las manoletinas. Todos los espadas actuantes se ciñeron escrupulosamente a este manual Así lo hizo el madrileño Gómez del Pilar con el que abría plaza y con el que logró excelentes tandas de naturales con gran exquisitez de formas y buen estilo. También Jesús Arroyo se ciñó al mismo esquema de faena, pero antes había sorprendido con un arrebatador saludo capotero compuesto de cuatro largas cambiadas. Sus series en redondo destacaron por su ligazón y por la profundidad de los muletazos, aunque, ante el mejor novillo del encierro, tal vez le faltara algo de reposo y de quietud. El estilista Jesús Vela, espada que compone la figura como nadie, se estrelló ante la mansedumbre y descastamiento de su oponente. Jiménez Fortes no encontró acoplamiento ante un eral cuajado y exigente, mientras el joven Carlos Gómez cuajó series de estimable mérito y demostró enormes cualidades.