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La Guardia Civil detiene al supuesto autor de la muerte de la conileña Loli Amaya

El detenido, Juan Manuel J. S., tiene 24 años y confesó el crimen Fue el primer sospechoso por el testimonio de la víctima de un atraco anterior

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Cuando parecía que la investigación entraba en un complicado camino por la falta de indicios en el escenario del crimen, la Guardia Civil detenía en la tarde de ayer al supuesto autor de la muerte de Loli Amaya, quien además terminó confesando el crimen. La pista que ha seguido el equipo de la Policía Judicial de la Comandancia de Cádiz fue una de las primeras recabadas a lo largo de estos días, ya apuntada por este periódico. El detenido, Juan Manuel J. S., de 24 años y vecino de Chiclana, es el atracador que asaltó una tienda de ropa en esta ciudad antes de apuñalar a la joven dependienta. En ese primer robo, del que logró llevarse 200 euros, actuó con la cara descubierta. Ése ha sido el error que le llevará previsiblemente a prisión preventiva.

El sospechoso fue arrestado en Chiclana y conducido hasta el cuartel de la Guardia Civil de la misma localidad, donde pasó la noche de ayer y también permanecerá retenido hoy hasta que mañana pase a disposición judicial.

De esta forma, la primera de las hipótesis ha sido la acertada. Desde un primer momento, la Guardia Civil indagó en la línea del atraco y del delincuente habitual que estaría buscando dinero rápido y a la desesperada. Además, fue el propio capitán del cuartel chiclanero, Arturo Ortega, quien explicó al día siguiente de la muerte de Loli Amaya que estaban trabajando en las coincidencias que podía haber entre el apuñalamiento mortal de la colchonería y el robo perpetrado en el comercio de la calle Jesús Nazareno. Eso sí, la detención se ha producido gracias a una torpeza del propio individuo.

Una de las primeras personas que declaró en el cuartel como posible testigo de la causa fue la joven dependienta que sufrió el primer atraco. Esta mujer, de 20 años, vio el rostro del asaltante, incluso una comerciante que tiene su negocio frente al suyo observó cómo salía tras el ladrón y le gritaba que le sonaba su cara. La mañana siguiente al asesinato de la conileña, la primera víctima del detenido estuvo revisando las fotografías de los delincuentes habituales de la zona que estaban en libertad y que podían haber perpetrado la agresión mortal.

Una torpeza del detenido

En la tarde de ayer, Juan Manuel J. S. estuvo merodeando por la misma tienda y fue reconocido por esta dependienta, quien alertó a la Guardia Civil. Instantes después era detenido. Según fuentes cercanas al caso, en un primer momento negó su autoría en el crimen, pero los agentes lograron una autorización de la jueza que instruye la causa, la titular del número 3 de Chiclana, para que registraran su vivienda. Y allí encontraron las pistas definitivas que hicieron a Juan Manuel derrumbarse. En un cajón con ropa sucia, fueron encontradas las prendas que supuestamente utilizó el día que murió Loli Amaya manchadas de sangre. Ante esa situación, el joven, al que le constan numerosos antecedentes penales, declaró su culpabilidad.

Así, reconoció que había entrado en la colchonería para robar como había hecho tres horas antes, pero que se le fue de las manos.

Este periódico habló al día siguiente del crimen con la dependienta, que tiene una tienda de ropa de bebés enfrente del comercio asaltado en la calle Jesús Nazareno y que vio cómo su compañera de gremio salía de su establecimiento gritando. Incluso relató a LA VOZ que pudo haber sido ella la persona atracada. Esta mujer se llama A. M.G. y explicó cómo sobre las seis de la tarde vio a un hombre alto, delgado y joven, que vestía un gorro y llevaba una camiseta verde y unos vaqueros (los mismos que han aparecido en la casa del detenido), merodeando por el pasaje que desemboca en la citada calle y por el que se accede a su establecimiento. Aseguraba que este individuo pudo centrar su atención en las tiendas donde estaban trabajando mujeres solas, pero ella tuvo la suerte que en ese momento tenía clientela. Por eso, «decidió entrar en el otro negocio». A. M. G. supo, a través de lo que pudo contarle la chica atracada, que el sospechoso entró rápidamente en la tienda y sin que le diera tiempo a reaccionar le colocó un cuchillo en el cuello, le obligó a entregarle la recaudación que había en la caja (unos 200 euros) y la amenazó con matarla si decía algo. En cuestión de segundos, salió corriendo de la tienda y huyó a pie. La descripción física de este individuo y la del asesino, aportada por las personas que lo vieron escapar de la colchonería, coincide salvo en una de las prendas que vestía. Los testigos que estaban en la Cuesta del Matadero aseguran que llevaba una chaqueta azul. Entre los dos asaltos discurrieron tres horas; tiempo suficiente para que el detenido se cambiara

stubio@lavozdigital.es