Tribuna

La experiencia del arte

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e repente, el espectador debe atravesar la obra. Acostumbrado a la media distancia, a respetar las líneas marcadas en el suelo, esta vez hay que atreverse a pasar por medio y cruzar una sala en la que cuelgan, como cortinas, varias largas filas de piezas de acero, suspendidas en el aire. El paseante se ve en medio de un bosque de letras que se balancean a diferentes distancias. Como la peor pesadilla de un periodista sin inspiración, con perdón por la cita. Sin embargo, en ese instante de desconcierto, de lecturas automáticas,múltiples y primarias, de pronto comienza a abrirse una luz y surgen conexiones, aparece una palabra, y luego otras, y se forman versos, fragmentados, en distintos idiomas, y resulta ser lo más aproximado a un instante de salto al sentido, un asomo de la caverna. Al final hay una cabeza humana esculpida en malla de acero. Al principio, unos cuerpos vueltos sobre sí mismos, translúcidos, con palabras sobreimpresas. Es Jaume Plensa en el IVAM valenciano. El arte y la vida.