Editorial

Más cerca de la derrota

La detención de los presuntos etarras Joseba Iturbide y Mikel San Sebastián es una muestra más de la eficaz colaboración entre los servicios policiales galos y los españoles que, dentro de las tareas dirigidas por el equipo mixto creado tras el doble asesinato de Capbreton, condujo anteayer a la exitosa acción coordinada entre Renseignement Generaux y la Guardia Civil. Pero el hecho mismo de que el domicilio en San Juan de Luz de un veterano activista sirviera de escondite a los huidos de la operación que desmanteló el comando de Barajas refleja hasta qué punto la retaguardia etarra continúa sintiéndose a cobijo en el país vecino. Lo cual compromete a las autoridades francesas a redoblar sus esfuerzos para acabar con las bases desde las que ETA continúa operando y dirigiendo su actividad violenta en el País Vasco y en el resto de España.

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La ruptura del alto el fuego de marzo de 2006 condujo a quienes auspiciaron la vía del diálogo con ETA -los socialistas y en especial el presidente Rodríguez Zapatero- a reconocer que no pueden albergarse expectativas para la reedición de un intento similar. Pero el empecinamiento etarra exige del gobierno actual y del que resulte de los comicios del próximo 9 de marzo un compromiso aún más inequívoco que convierta la liquidación de ETA en una meta ineludible. Tanto la disyuntiva entre soluciones políticas y policiales como la más reciente diatriba entre salida dialogada o derrota del terrorismo han quedado superadas por las evidencias que la trama etarra ofrece de fanático inmovilismo y extrema debilidad. Ni hay en ella voluntad alguna de renunciar a la violencia sin condiciones, ni está ya en situación de amedrentar a la ciudadanía o de condicionar el comportamiento de las instituciones. Si el estrepitoso fracaso de la convocatoria de huelga del pasado jueves reflejó el desconcierto y el retraimiento que afectan a la izquierda abertzale una vez rota la impunidad en la que venía compatibilizando su actuación pública con la cobertura que prestaba al terrorismo de ETA, la debilidad orgánica y operativa de ésta constituye el argumento definitivo para concluir que su derrota representa, a la vez, un objetivo obligado y posible.