ANABOLIZANTE

Buenos mal

Y yo que hasta ayer me reía de los piropos caleteros, del partirse el pecho, de cantarle a Cadi, Cadi, Cadi, lo más bonito der mundooooooo. Y yo que me mofaba del fundamentalismo gadita, el otro día, Domingo de Piñata, tres de la mañana, me sorprendí de regreso a casa, solita, con los ojos humedecidos, haciendo un esfuerzo titánico por no prorrumpir en el más patético de los llantos.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Me veía desde fuera, y sentía vergüenza ajena de mí misma. Me acordaba de Camarón: «Lágrimas cooooomo garbaaaanzoooo, me caían por la caraaaaaa». Digo, quilla, llorando como una Magdalena, porque se había acabado el Carnaval. Llorando, y a la vez baldaíta, después de una semana fundiendo La Viña, deambulando por esas callecitas, tan solitarias como yo misma, con el cerebro más p´allá que p´acá, cantiñeando por lo bajini el «Volver» de Gardel: «pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar»... Y más ganas de llorar me entraban, qué masoquismo, hija. Otro año más, pensaba, otra chirigota más, otro regreso más. Siempre volviendo, por más lejos que se vaya una al final regresa, y se siente tan pegada a la tierra, a la humedad salada del ambiente, al sonido lejano de dos baquetas en una caja, al dibujo informe que traza una serpentina sucia sobre el empedrado de la calle... Con los restos de alcohol que quedaban en mi cuerpo y las toneladas de nostalgia que comenzaban a asaltarme, hice un batiburrillo extraño y me salió un inmenso, enorme e incondicional amor por Cádiz, como la más provinciana de las provincianas, y me sentí más de aquí que nunca. «¿Chao, Cádiz! Mañana cojo el tren, tiro pa Madrid, ¿sabes? Te quiero, Cádiz, me parto el pecho, ¿¿¿jiuuu!!! Quién sabe cuándo volveré...».

Bueno, en verdad, sí sé cuándo volveré. Porque buenos mal que está el Carnaval Chiquito, maravilloso epílogo, que este domingo me quitará de un plumazo esta penita que tengo y volverá a desbordar, una vez más, el vaso de mi alegría.