SATISFACCIÓN. Estefanía Doello, en su casa de El Puerto.
EL PUERTO

La vida tras un cristal oscuro

Una sentencia del TSJA obliga a la Consejería de Educación a pagar 70.000 euros a una joven de El Puerto que perdió la visión de un ojo en un accidente cuando estudiaba en el IES Las Banderas

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Tenía 16 años cuando un accidente en el patio de su instituto le cambió la vida para siempre. Ocurrió en 1999. Estefanía Doello estudiaba cuarto curso de Secundaria en el IES Las Banderas de El Puerto. Un día salió al recreo y vio que se había colado un perro callejero y que uno de los alumnos más pequeños intentaba golpearlo con un palo. Se puso delante para impedirlo y recibió un impacto fortuito en el ojo izquierdo.

Según su relato, los profesores del centro no quisieron hacerse cargo de ella en ese momento y fue el conserje quien la llevó al Hospital Santa María del Puerto, que no tenía oftalmólogo de guardia. De allí fue trasladada al Hospital Universitario de Puerto Real, donde los cirujanos le cosieron los desgarros del párpado y comprobaron la gravedad de las lesiones. Aunque pudo conservar el ojo, la joven perdió completamente la visión y desde entonces sufre hipersensibilidad a la luz y está obligada a usar gafas de sol cada vez que sale de casa.

«Perdí la visión a una edad muy crítica -cuenta-, eso me impidió hacer deporte y los médicos me prohibieron ir al instituto, así que no pude seguir estudiando».

En un primer momento, los padres de Estefanía interpusieron una reclamación administrativa ante la Consejería de Educación, a la que exigían que asumiera la responsabilidad de lo ocurrido. En octubre de 2002 la Administración autonómica accedió a pagarles 21.126 euros, pero la familia consideró que se trataba de una indemnización insuficiente, dados los daños irreparables sufridos por la joven.

Ya mayor de edad y asesorada por el abogado Diego Zamorano, Estefanía decidió presentar un recurso contencioso-administrativo contra Educación en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), que ha fallado recientemente a su favor al estimar que «la indemnización concedida es escasa en relación con la grave lesión que padeció la demandante». El alto tribunal obliga a la Junta de Andalucía a incrementar esa cantidad en 50.000 euros más para cubrir su «responsabilidad patrimonial» en lo sucedido.

Limitación profesional

La afectada se siente satisfecha con esta resolución, porque atiende en parte su demanda, aunque reconoce que «el dinero no sirve para reparar lo que ha pasado». Y es que, como consecuencia de su accidente, tuvo que abandonar los estudios y eso ha limitado su desarrollo profesional. «Me ha afectado mucho -explica-, no tengo estudios y mi trabajo es la limpieza. Al principio cogí depresiones incluso, sólo quería estar con mis amigas, muy mal».

Las secuelas físicas no se reducen a la pérdida de visión. Padece migrañas y neuralgias que le provocan a menudo fuertes dolores de cabeza. Últimamente le ha aparecido una catarata en el ojo izquierdo. Y, según cuenta, la única operación posible consiste en sustituir una parte del órgano (el cristalino) por una lentilla para evitar que la luz le traspase al interior. «Pero es una intervención muy complicada y los médicos no me la quieren hacer», dice. De momento, continúa haciéndose revisiones anuales y no se separa de sus gafas oscuras. «Ahora estoy bien -reflexiona-, pero no sé cómo estaré dentro de veinte años».

Su rostro conserva las cicatrices de lo que le ocurrió. Pero es quizá lo que menos le preocupa: «Si me miras por primera vez no te das cuenta, pero de cerca ya ves que tengo un ojo de cada color y un párpado más caído que el otro». «Son nueve años y aprendes a vivir con ello, pero es duro», admite. Pese a todo, Estefanía se muestra optimista y asegura que en su vida personal ha tenido mucha «suerte». Convive con su novio, al que conoció hace ocho años, y ha podido comprarse un piso en El Puerto.

rheredia@lavozdigital.es