Editorial

El empleo más débil

La Encuesta sobre Población Activa hecha pública ayer confirma que la desaceleración económica y las incertidumbres provocadas por la crisis crediticia han comenzado a repercutir sobre el mercado laboral español, cuyo dinamismo ha permitido crear casi tres millones de empleos a lo largo de la legislatura. Pero aunque ese ritmo tan vigoroso contribuyó a generar en el último año más de 475.000 nuevos puestos de trabajo, los datos de la EPA evidencian que la pujanza que aún mantienen las contrataciones no ha bastado para contener el primer repunte sufrido por la tasa de paro desde 2004, situándose en el 8,6% y, lo que resulta más inquietante, provocando la destrucción de 33.000 ocupaciones.

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Que el incremento más notable se haya registrado en el último trimestre del año demuestra los negativos efectos que las turbulencias financieras están ejerciendo sobre los niveles de confianza en las distintas áreas de nuestra economía. Pero también que las razones del aumento tienen raíces más profundas que la coyuntura en la que ayer incidió el Gobierno, especialmente ante el enfriamiento que sufre la construcción. Las contrataciones en el sector han caído un 39% en tan sólo un año, sin que la industria haya mostrado hasta la fecha capacidad suficiente para compensar esa sangría de despidos. Aun cuando parte de esos empleos pueda corresponder a trabajadores que han regresado a sus antiguas ocupaciones por cuenta propia, la pérdida de puestos resulta más preocupante al tratarse no sólo del área de actividad que ha actuado como motor del conjunto de la economía, sino la que ha ayudado decisivamente, junto a los servicios, a la integración de la población emigrante. Seis de cada diez empleos creados el pasado año fueron asumidos por extranjeros, pero su porcentaje de paro triplicó al de los trabajadores nacionales. Lo que demuestra que la relevante contribución de los inmigrantes a nuestro mercado laboral no se ha visto correspondida por la estabilidad en sus contrataciones, un déficit intensificado en un país donde, pese al impacto de las últimas reformas, la temporalidad continúa alcanzando el 30%. La amenaza de exclusión y marginalidad que aún pesa sobre parte del colectivo obliga a perfeccionar su cualificación profesional como mejor garantía para facilitar su recolocación y asegurar los equilibrios futuros en el régimen de la Seguridad Social.

Por lo que se refiere a la provincia de Cádiz, no se puede obviar que se trata de un dato muy malo, pero que además parece augurar un futuro más crítico, dada la situación del sector de la construcción y su incidencia en el mercado de trabajo gaditano. Las administraciones responsables han de redoblar los esfuerzos para contener la continua sangría del empleo en el corto plazo, a la vez que confirmar los presagios de mejora a medio, con el previsible auge del sector industrial y la aparición de nuevos yacimientos de empleo al amparo, sobre todo, de la ley de dependencia.

En este sentido, el aumento de los ocupados es también un dato a tener en cuenta para un análisis equilibrado de la situación y para mantener el necesario horizonte de esperanza en el futuro, al igual que el incremento de la población activa, y en concreto, de mujeres que se incorporan a la demanda de empleo, síntomas de una vitalidad que debe encauzarse como es conveniente para aprovechar su aportación y mejorar la competitividad de la economía gaditana.