RIVALES. Senadores de la opositora Alianza Nacional brindan con champán por la derrota de Prodi. / AFP
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Prodi dimite e Italia piensa en las urnas

La fuga de dos pequeños partidos derriba su débil Gobierno de centroizquierda El presidente debe decidir entre elecciones anticipadas o un Ejecutivo de transición

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Italia no cambia y sigue fiel a sus rutinas históricas. Cae el Gobierno, florecen tránsfugas, partidos diminutos pero decisivos que cambian de bando, se entra en un período de incertidumbre, quizá haya elecciones, se hacen y deshacen alianzas para formar un posible nuevo Ejecutivo, que no se sabe cómo será, ni cuánto durará, ni dirigido por quién. Ayer se hundió, víctima de su fragmentación y de sus eternas divisiones internas, el Gobierno de centroizquierda de Romano Prodi, como le ha pasado siempre, ahora y en 1996. Como se preveía, no obtuvo ayer la confianza del Senado, donde han bastado unas pocas fugas para hacerle perder su mayoría raspada. De inmediato subió al Quirinale, sede de la presidencia de la República, y presentó su dimisión a Giorgio Napolitano.

Parece también el adiós a la política del propio Prodi, tras trece ingratos años de líder de una izquierda ingobernable. Le relevará Walter Veltroni, el actual alcalde de Roma, que pide paso con el nuevo Partido Demócrata (PD). Él es la figura que emerge ya desde hoy y será el candidato en las elecciones que se ven en el horizonte. Anticipadas, como quiere Silvio Berlusconi y la oposición, o en cuestión de meses, en junio o más adelante, tras un Gobierno de transición que haga una nueva ley electoral decente.

La vigente, que da peso a los partidos pequeños y obliga a alianzas inestables, es responsable de la actual situación. La hizo Berlusconi antes de las elecciones de 2006, temiendo la victoria de Prodi y con la intención expresa de que pasara lo que está pasando. El camino a seguir lo deberá decidir en los próximos días el presidente de la República, Giorgio Napolitano, tras consultar a los partidos y ver si es posible una mayoría parlamentaria. Puede ser que Veltroni y Berlusconi, líderes de los grandes partidos, lleguen a ponerse de acuerdo en sacar adelante una reforma electoral. En eso trabajaban ya desde hace un par de meses. Pero Berlusconi ya saliva a la vista de las urnas, porque es favorito y piensa arrasar.

El equipo de Prodi, que tomó posesión el 17 de mayo de 2006, ha durado veinte meses, con una crisis hace un año que ya entonces casi le derriba. Ha sido otro Gobierno renqueante, incapaz de tomar decisiones drásticas, el número 61 de Italia desde la posguerra. Lo formaban, en algunos momentos, doce partidos. Ahora mismo hay 39 formaciones con representación parlamentaria, aunque quizás en el momento de escribir estas líneas se haya fundado otra, por escisión infinitesimal. «¿Quedarse ahora sin Gobierno es un lujo que Italia no se puede permitir!», advirtió Prodi al pedir ayer la confianza del Senado. Pues sí se lo va a tener que permitir.

Larga espera

Hubo que esperar hasta las nueve de la noche, tras un lentísimo ritual en el que cada senador debía pasar por delante del presidente de la cámara y decirle lo que votaba. Por fin el presidente, Franco Marini, tocó su campanilla y anunció el resultado: 161 votos negativos contra 156 positivos. No hubo sorpresas y el primer ministro, Romano Prodi, perdió la votación en la que se jugaba el puesto.

La jornada decisiva en el Senado fue larga y pesada. Al final, tras meditarlo toda la noche, Romano Prodi resistió a las presiones -de la oposición, de algunos aliados, del presidente de la República- y decidió no dimitir. Una renuncia previa habría facilitado un Gobierno de transición, negociado con otras fuerzas políticas, en el que quizá hubiera tenido cabida él mismo, pero decidió seguir hasta el final. «No por testarudez, sino por coherencia», argumentó. La seriedad de Prodi, que aguantó sentado en su butaca toda la tarde, escuchando las intervenciones, fue una de las pocas cosas edificantes de una jornada desalentadora, por el espectáculo inverosímil de la política italiana.

La clave, Dini y Mastella

Prodi quería ir al Senado a presenciar su derrota y mirar a la cara a los aliados que le iban a dejar tirado. Había mucha intriga, porque los números bailaban y las declaraciones de muchos personajes poco de fiar eran ambiguas hasta el final. Precisamente de ellos dependía el resultado en una cámara donde el centroizquierda sólo tiene dos escaños de ventaja.

Al final, la estocada al Ejecutivo llegó de donde tenía que llegar, de dos pequeñas formaciones de centro surgidas en torno a personas muy significativas: el Udeur de Clemente Mastella y el LD de Lamberto Dini (le puso Liberal Democráticos para que coincidiera con sus iniciales). Ambos están especializados en prestar su apoyo a quien más les ofrezca y en cambiar de bando. De hecho, los dos han sido ministros de Berlusconi y de Prodi. Cada uno tiene tres senadores, pero incluso en su propio seno hubo al final divisiones: el famoso Cusumano traicionó a Mastella, mientras de los dos colegas de Dini uno se abstuvo y el otro votó a favor de Prodi. La guinda la colocó, aunque por el otro extremo, el disidente comunista Franco Turigliatto, que tampoco dio su confianza al Ejecutivo. Para unos, Prodi no era demasiado de centro. Para el otro, no era demasiado de izquierdas. La esencia del mal congénito de este Gobierno.