ESPAÑA

Del cricket al temporizador

Vecinos del Raval no se sorprenden de las detenciones

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LA noticia de que un grupo de paquistaníes del Raval preparaba un atentado no ha sorprendido a los vecinos de este barrio, dolidos con el trato de favor que, dicen, se da a este colectivo. El Raval, antiguo bario chino de Barcelona, acoge ahora a una población multicultural.

«Aquí ya hemos visto de todo», explica Dani, empleado de una tienda de discos situada en la calle Riera Baja. Asegura que ha tenido que sacar a sus hijos del colegio del Raval y matricularlos en otro barrio porque «aquí no aprenden. La única preocupación de la administración es proteger a paquistaníes y magrebíes». «Ya casi no quedan blancos en este barrio. Y luego nos acusan de ser racistas», asegura este joven, quien lamenta el abuso que se hace del concepto de multiculturalidad. En su opinión, en los últimos años el Raval ha cambiado mucho y nadie conoce a su vecino. «Ahora sabemos que hay muchos paquistaníes, pero no sabemos cómo consiguen tanto dinero para abrir comercios y comprar bloques enteros de edificios».

La población paquistaní se ha disparado en los últimos 20 años, sin que hasta ahora protagonizaran ningún conflicto. «No son problemáticos, son más folloneros los marroquíes», afirma una anciana que toma el sol en la Rambla del Raval, lugar de contrastes donde convive un hotel de tres estrellas con pisos depauperados, restaurantes de lujo con tiendas de kebab. Un lugar donde se podía ver a jóvenes paquistaníes jugar al crícket, mientras que los muchachos magrebíes prefieren jugar al fútbol en la plaza del Àngels.

Para José y Paqui, que regentan una cafetería en la calle Hospital, también es un misterio el gran volumen de dinero que mueve este colectivo, «pero muy limpio no debe ser», opina Paqui. A esta pareja, que desde hace 19 años dirigen este establecimiento, tampoco le ha supuesto una sorpresa las detenciones ni las intenciones de cometer un atentado.

La punta del iceberg

«Eso sólo es la punta del iceberg», afirma José. Durante esos casi veinte años de presencia en el barrio, este hostelero ha asistido a continuos cambios de negocio en locales que han pasado de mano en mano con extrema facilidad, si se tiene en cuenta la complejidad que supone conseguir una licencia municipal de actividades. «Al menos, para los que no somos musulmanes, cuesta mucho. Yo he tardado años en conseguir un permiso para reformar el local».

José conoce a Nadib Ayub, hijo de Mohammed Ayub Elahi, uno de los supuestos terroristas encarcelados. La pastelería de la calle Hospital donde trabaja permanecía ayer cerrada. «No he podido abrirla. No me encuentro bien», asegura visiblemente abatido. También estaba cerrada la mezquita Tariq bin Ziyad, donde se practicaron varias detenciones. Situada en la calle Hospital y frecuentada por seguidores de la ideología Tabligh, se trata del centro de rezo musulmán más grande de Barcelona. Su imán, Lacen Saaou Haysun, guardaba silencio.

Existe un cierto halo de misterio en torno a este centro, que prohibe la entrada a los no creyentes, y que despierta recelos en el propio colectivo paquistaní. «La Generalitat debería obligar a abrir sus puertas», afirma Javed Ilyas Qureshi, presidente de la Asociación de Trabajadores Paquistaníes de Cataluña. Nada que ver con el templo sij situado en la calle Hospital y que invita al «infiel» a visitar sus instalaciones. «Por favor, pase. Haga fotos si quiere»,invita un amable joven hindú.