Cádiz C.F.

El golpe en la mesa

El Cádiz se aprovecha de un arbitraje casero para vencer al Celta en un duelo que deja a los amarillos a seis puntos del ascenso Dani, con dos goles de pillo, y un inmenso Lobos, los protagonistas

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Unas veces dan, otras te quitan,... Artículo decimotercero del manual Tópicos del fútbol. Y una verdad incuestionable. El atraco de Gijón ya ha tenido su compensación, se equilibró la balanza. El arbitraje de ayer fue decisivo, con un penalti clamoroso no pitado en el minuto 12 (y posible expulsión de Raúl López), y una mano de Dani en el segundo gol. Sin discusión, basta con cambiar la celeste por la amarilla y uno siente la misma indignación que sintió en El Molinón. Ya no valen excusas.

La nota positiva es que el conjunto de Calderón aprovechó la ayuda del colegiado Miranda Torres para vencer al mejor equipo de la categoría y devolver la ilusión a Carranza. La euforia alcanza ahora su punto álgido, no se recuerda tal ambiente de satisfacción desde aquella noche de febrero en la que el Cádiz de Jose durmió en puestos de descenso. En los minutos finales, los hombres de Calderón bordaron el juego con toquecitos humillantes ante un Celta que mereció mejor botín pero al que le pudo su soberbia.

Euforia desmedida

El triunfo posee un enorme mérito, pero las consecuencias son aún más gratificantes. La escuadra amarilla se queda a tan sólo seis puntos del ascenso y con la posibilidad de seguir recortando en Tarragona, justo antes del parón invernal. Se despega definitivamente de los puestos de descenso (cinco puntos) y mantiene su línea ascendente con catorce puntos de los últimos 21. La delantera recupera la autoestima, pues Dani firmó un doblete tras una primera mitad titubeante y Casas agradeció su regreso con el gol de la sentencia. Y lo mejor para el final, la grada se reconcilió con el equipo, haciendo el borrón y cuenta nueva que tanto reclama Calderón. Así vista, la vida puede ser maravillosa.

Ah, y da el golpe en la mesa que tanto se viene demandando. Hasya ayer, el Cádiz había vencido a equipos débiles sin más aspiraciones que la permanencia, pero el triunfo ante los galácticos gallegos le permite (y obliga) a aspirar a todo. No fue fácil, tampoco justo. El cuadro de López Caro dominó durante gran parte del primero periodo, se reía de los amarillos con un fútbol de alta escuela impropio de Segunda. Canobbio desequilibraba en la media punta, pero sería Raúl López quien lo terminara de desequilibrar con una patada en el área que Miranda no miró y se comió con patatas.

Actitud

El carácter y la garra de este nuevo Cádiz, reconducido en la actitud por Calderón, se imponía a su limitación futbolística y las fuerzas se equilibraban. El equipo estaba roto, con seis defensas y cuatro delanteros, pero Lobos se bastaba para ponerle pegamento y juntar todas las piezas. El argentino servía un magnífico centro que un desacertado Dani cabeceaba a las nubes, y de nuevo el trianero malograba otra magnífica opción al disparar por encima del larguero. No parecía el día de Dani, pero sí el del Cádiz, que veía como la falta lanzada por Mario Suárez se estrellaba con la cruceta.

El reloj marcaba el camino a los vestuarios con la sensación de que los celestes eran superiores a los locales en todo, menos en actitud, y tironcito de orejas a López Caro. Comprobado esto, el técnico lebrijano espoleaba a los suyos en la ducha y salía un nuevo Celta más ambicioso. El chupón Quincy desestabilizaba a la defensa con su regate y velocidad pero Contreras le frenaba en última instancia. Lequi cabeceaba hacia atrás una falta y el meta madrileño respondía con solvencia.

El tanto galego parecía cuestión de tiempo, pero le tocaba al listo de la clase. Una pifia descomunal de Rubén dejaba en bandeja el balón para que Dani salvara la mala salida de Pinto con un certero cabezazo. Gol de picardía y estallido en las gradas.

El tanto desconcertaba a los vigueses, que desesperados se marchaban arriba en busca del empate. Núñez remataba fuera y ponía el corazón en un puño. Minutos después, Parri cometía una falta innecesaria y Canobbio la transformaba en gol merced al error de una defensa y el roce mínimo de Perera. César saltó y no llegó, Contreras sólo miró, y el Celta marcó.

El equipo visitante había logrado lo más difícil, y no se contentaría con el empate. Pero cuando peor pintaban las cosas, llegaba otra jugada decisiva. Centro sin peligro y Pinto se eleva para bloquearlo con dificultades. En el salto se desequilibra y Dani, con la mano, controla el balón y marca a puerta vacía. La indignación gallega contrastaba con la felicidad cadista, pues por fin acompañaban la fortuna y el de negro.

López Caro enloquecía, introduciendo a dos delanteros (Manchev y Guayre) y perdiendo todo el equilibrio. Y los de Calderón ya hicieron su mejor fútbol, a placer y con un Celta que encajaba una derrota tras diez jornadas sin conocerla. Aún así, habría sufrimiento final. Contreras tiraba de reflejos para salvar un cabezazo de Rubén, y en la contra Lobos se sacaba de la chistera la velocidad, el regate y un pase de la muerte con el que Casas sentenciaba la contienda.

Triunfo épico, para volver a soñar. Primera ya no se ve tan lejos. El camino está marcado y el objetivo se atisba, muy a lo lejos, pero ahí está. Y el Cádiz pisa fuerte.