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El estado mental del acusado agota la segunda sesión del juicio por el crimen de Camposoto

La primera sesión del juicio por la muerte de un joven militar de 18 años, a manos de un compañero en el acuartelamiento de Camposoto en 2005, hacía presagiar cuál iba a ser la principal cuestión a debate en la vista oral y así quedó constatado ayer. El análisis sobre el estado mental del procesado y si éste sufría algún trastorno que fuera determinante en la agresión mortal que perpetró, ocupó gran parte de la jornada de ayer, hasta el punto que el juicio no concluirá hasta el día de hoy, cuando el jurado popular dicte su veredicto.

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La defensa, acusaciones particulares, fiscal y el representante de la Abogacía del Estado pudieron interrogar a la vez a dos psiquiatras propuestos por los letrados del acusado y a otros cuatro peritos forenses. Todos ellos coincidieron en que Senén Manuel Figuereido Pérez presenta un trastorno de la personalidad que queda de manifiesto con una serie de rasgos patológicos como la desconfianza extrema, la falta total de empatía, la tendencia a reacciones coléricas o la incapacidad de cumplir las reglas que le imponen desde el exterior.

También hubo consenso en definir la situación por la que atravesaba el acusado como «una olla a presión», que podía estallar en cualquier momento, al ser el blanco de las burlas de sus compañeros, que lo tachaban de loco por su comportamiento anómalo, y el verse obligado a asumir las reglas del ejército. Pero el diagnóstico de los especialistas se bifurcó a la hora de valorar si esa afección le anulaba tanto su voluntad para apuñalar a alguien y no ser consciente de ello.

Un caso grave, o no

Los dos especialistas aportados por la defensa sostuvieron que el procesado sufre una alteración grave mental que requiere de un tratamiento continuado, y que exige el internamiento. Uno de estos psiquiatras, que trabaja para el sistema público de salud, apuntaba que este tipo de casos tienen un trato preferente cuando llegan a sus manos, debido a su gravedad. Ambos aseguraron que al igual que agredió a su compañero, se pudo haber autolesionado él mismo, ya que su reacción «carecía de cualquier lógica» y sólo puede ser explicada desde la perspectiva de alguien que no puede controlar sus actos.

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