ACTOR. Federico Luppi regresa a la escena teatral con 'El guía del Hermitage'
FEDERICO LUPPI ACTOR

«Si uno es una referencia lo mejor que puede hacer es superarlo»

El actor argentino actúa esta noche en El Puerto en la obra 'El guía del Hermitage' El veterano intérprete regresa al escenario después de diez años de ausencia teatral

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Con Federico Luppi (Argentina, 1936) no se habla sino que se conversa, se profundiza en cada palabra y se rodea cada sentido con una plática de deje argentino que preside el enunciado. Habla del hombre, de sus sueños, sus pasiones, del oficio y de los recovecos que le inundan. Esta noche, alumbrará de veterania y oficio el escenario de El Puerto con El guía del Hermitage.

-Regresa a la escena teatral con 'El guía del Hermitage' tras diez años de ausencia. Ahora, llega a El Puerto donde la ciudad recupera un teatro después de 25 años sin tenerlo ...bonita coincidencia, ¿no?

-Sí, es cierto. Que no haya hecho teatro en estos diez años no se debió a una fácil elección. Cuando hacía la última obra en Buenos Aires, El vestidor, ocurrieron aquellos desgraciados sucesos políticos-económicos, el corral financiero. Me dejaron en la calle sin un duro y la pasé muy mal para poder viajar a España e intentar recuperar mi salud anímica y económica. Llegué aquí y tuve un poco de suerte. Tuve trabajo con cierta frecuencia y entonces me reacomodé pero me llevó cinco o seis años. El hecho de que hayan estado 25 años sin teatro me parece algo del record guiness. Sobre todo si viene del lugar que ha alumbrado el ilustre nacimiento de un poeta.

-¿Qué le convenció de 'El guía del Hermitage' para volver al teatro'?

-Leí hace un año esta pieza de Herbert Morote y me pareció un texto maravilloso, absolutamente necesario respecto de los sentires y pensares que pueblan el mundo de hoy. Creí que hacerlo era un respeto hacia el pulso entusiasta y moral que nos ofrecía. Ahí se armó la aventura y aquí estamos.

-¿Qué le aporta el protagonista, Pavel Filipovich, en su regreso?

-Es una entelequia dramática. Según algunos datos periodísticos, el personaje existió. Fue realmente un guía del Hermitage que estando bastante avanzado en años cuando ocurre el cerco a Leningrado, y, para no caer en la apatía o en la consternación, se dedica a hacer visitas guiadas con gente inexistente para ver cuadros que no están. Eso le da al autor una maravillosa idea que genera la aparición de dos personajes. el comisario del museo, que es el personaje de Igor (Manu Callau), y el de Sonia (Ana Labordeta). Ahí se produce la reyerta interminable entre Pavel e Igor, que se basa en el hecho de que Igor lo trata como loco y el otro de vacuo intelectual, de sectario y alcornoque. Eso plantea un tema de enorme vitalidad que consiste en aceptar la posibilidad de que no sólo los medios materiales o el poderío bélico sirve para la lucha. Hay veces que la lucha puede poner en marcha deseos, ambiciones y utopías que no son tan locas como pueden pensarse sino que son fácilmente alcanzables si aparece un hecho fraterno que unifica a todo el mundo. El guía transmite al público del Hermitage que no es verdad que los soñadores, que los utopistas sean locos e ingenuos. En muchos sentidos, gracias a ese tipo de gente se han encontrado salidas honrosas.

-¿La obra podría llamarse 'El Quijote del Hermitage'?

-Es verdad que en la obra hay un simil dramático entre Quijote y Sancho y Pavel e Igor. Y la Dulcinea del cuento podría ser Sonia. No es descabellado pensarlo así Y porque existe una redención permanente: el loco no es tan loco y el sectario y tozudo tampoco lo es tanto.

-¿Tan grande es la fuerza de la palabra que no necesita ni de imágenes ni de efectos especiales de cine para ser comprendida y sentida?

-Eso es así y no es algo de ahora. Es curioso tener que repetirlo en el siglo XXI pero el arte siempre ha apelado a una total y absoluta simpleza. Lo simple es mucho mejor cuando se mira hondo y no se mira para el costado. En el teatro reinvindicamos el simple flujo actoral y un poco de luces.

-Pavel es un soñador, ¿cuál es el sueño de Luppi?

-Para serte sincero. Yo tengo ahora un horizonte donde muchos sueños, muchos deseos y entusiasmos han sido mis rotundos fracasos. He vivido en un país donde tuve que hacerme adulto en medio de deprimentes dictaduras y donde, a veces en democracia, los elegidos por nosotros fueron peores y más dañinos que los militares porque además estaba en juego el sentimiento de creerles. De modo que un sueño utópico mío, sin que eso me convierta en virtuoso, sería que alguna vez la humanidad pudiera rascar un poco la panza de la verdad, y crear un sentido de convivencia no tan perverso o mortal donde todos los días asistimos a matanzas. Pero sin embargo se siguen vendiendo cuentas de colores y creando un mundo lleno de desperdicios donde pronto no habrá un lugar donde tomar un tomate sano.

-Entonces, ¿no cree en esos actos contra cambios climáticos y protocolos de Kioto?

-Todo esta hipócrita algarabía al respecto del cambio climático y del convenio de Kioto me siguen pareciendo una gansada propia de facinerosos, de maleantes, empezando por Bush y siguiendo por cada uno de los capitostes que en cada país le hacen el juego. Eso no hace más que acentuar una incredulidad que arrastro desde hace mucho tiempo.

Comienzos

-Creo que su primer trabajo fue de carpintero en su pueblo, Ramallo, ¿le ha cambiado mucho la vida desde entonces?

-Uno cambia, sí o sí. El cambio aparece con la propia evolución biológica. Es imposible no cambiar, salvo que te mueras, que también es un cambio, ¿no?

-Su primera obra fue 'Ha llegado un inspector', ¿qué recuerda de aquella época?

-Hay cosas que tengo muy ancladas en mí como vivencias. Una es la soberbia que me acometió cuando me consideraba actor. Hacía un personaje que tenía que llevar un esmoquin. Estaba tan pintón, tan elegante, tan guapo que me sentía Gary Cooper (risas). Hasta que fui aprendiendo que el oficio era más duro, más hondo, más trabajoso y también más alegre.

-Tras su extensa trayectoria como actor, e incluso su debut como director, ¿qué balance hace de toda su carrera?

-Mira, te voy a decir una cosa que mucha gente nunca acepta. En el sentido vital los balances son absolutamente inútiles y no producen ningún tipo de beneficio. El balance está incurso en la propia evolución cotidiana. Todas las mañanas cuando tú te levantas, te sacas el camisón, te tienes que duchar, cepillar el pelo y ponerte guapa, inconscientemente mientras tomas el café o el té estás haciendo el balance de ayer para comenzar el día de hoy. De modo que el balance va pegado al propio cuerpo como la camiseta o las bragas, entonces...el balance de la vida tiene que ver con lo que yo llamaría los falsos recuerdos o vivencias. A lo mejor el recuerdo embellece una cosa mala o aquella cosa mala la consideras peor. Es muy engañosa la memoria en ese sentido, y como diría una vieja canción de mi tierra: qué es lo imposible/ pide al tiempo firmeza y al río que vuelva atrás.

-Pero, si mira atrás, ¿hubiera desembarcado en el cine de Estados Unidos con más fuerza?

-Tuve la intención pero era un tiempo en el que estaba demasiado entusiasmado con mi país. Estaba trabajando bien con gente que me gustaba y proyectos hermosos. Recorría Argentina haciendo teatro y cine. Me sentía muy a gusto. No sé lo que hubiera pasado.

Apuesta novel

-Usted es de los actores veteranos con carreras consolidadas que apuesta por directores nóveles. Un ejemplo lo tenemos en su último trabajo 'La habitación de Fermap' de Luis Piedrahita y Rodrigo Sopeña, ¿es un riesgo asumir esos papeles o cree en la savia nueva?

-A mí me parece que el riesgo vale la pena. Por dos motivos que pueden parecer muy intelectuales pero que son importantes. Primero, el joven no tiene tanto prejuicio, tiene más audacia, está menos atado a patrones culturales, está más libre de dar rienda suelta a lo que le pasa por el alma. Además, me tratan como un igual no como un venerable señor de canas que hay que tratarlo de usted.

-Pero para muchos de ellos será un referente, ¿es consciente?

-Es posible que lo sea pero me parece que si me toman como referente comenten un error. A lo mejor, nuestra abuela es la mujer más hermosa del mundo por sus manos, su comida, y todo el amor y la sabiduría que reparte, pero yo no soy mi abuela. Tú no eres tu abuela. Cada uno es único e intransferible. Las referencias son a veces puros apoyos afectivos. El saber estar o el saber orar pasa por otro lado. Si uno es una referencia lo mejor que puede hacer es superarlo.

-Debutó como director con 'Pasos' ¿Volverá a dirigir?

-La volví a ver hace pocos días y no es tan mala como me dijeron. Me pegaron tanto y fue tal el fracaso que hacer una segunda me va a costar. Se me va a hacer cuesta arriba.

-¿Qué le parece que en España a algunos intérpretes, sobre todo mujeres, se les 'condene' por su madurez a un lugar secundario?

-Eso son vaivenes del mercado. Yo elijo el personaje cuando me lo ofrecen cuando la historia es atractiva. Y no pienso si el personaje es primario, secundario o terciario. Me da la impresión que cuando hacemos esas medidas sobre papel chico, largo o corto estamos empequeñeciendo lo mejor que tiene el oficio que es la entrega y ese trabajo feroz que consiste en ser auténtico. Hay que medir los personajes sobre la verdad que encierren.

-Ha sido siempre un argentino comprometido con los problemas de su país, ¿es el cine una buena fórmula de luchar por la libertad?

-Sí. La única defensa que tengo contra el salvaje rodillo y contra el radicalismo es no perder nunca la lucidez. Que no te pisen un callo.

Un dibujante frustrado

-Dicen que siempre lleva lápices porque fue un dibujante frustrado...

-Me fui de mi pueblo a Ciudad de la Plata para estudiar dibujo. Lo que pasa es que allí conocí a gente de teatro. Ya me enrollé ahí y se acabó el dibujo. Ahora hago monitos, caras...pero bueno...el cine es una buena forma de dibujar. Es de las pocas cosas que a veces me pregunto que hubiera sido de mí dibujando con un tablero enorme, con pantunflas y tranquilo.

-Es seguidor del Boca y del Real Madrid, ¿sigue la liga?

-Cuando llegué a España murió Santiago Bernabeu y en ABC ví una viñeta de Mingote sobre el tema que me pareció tan tierno y entrañable que decidí hacerme del Real Madrid. Sí, sigo la Liga.

malmagro@lavozdigital.es