ESCÁNDALO. La propia reina Isabel II se vio obligada a intervenir cuando, ya separados y antes de obtener el divorcio, Carlos admitió que había sido infiel a Diana. / REUTERS
Sociedad

Rupturas reales

Separaciones y divorcios, circunstancias tan comunes en la sociedad, también se dan en las parejas de sangre azul. El más reciente, el protagonizado por los príncipes de Dinamarca en 2005

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Quizá el matrimonio haya sido la principal causa de la ruptura temporal de los duques de Lugo. El suyo, sin embargo, no es un caso único en la Europa actual. Aunque no son frecuentes en las familias reales separaciones y divorcios, circunstancias tan comunes en la sociedad, también se dan entre los miembros de la realeza. Otras parejas de sangre azul como ellos también se casaron ciegas de amor, deseando vivir y envejecer juntos, hasta que la vida en común les acabó devolviendo, un buen día, la vista.

El más reciente, el divorcio a la danesa que en abril de 2005 hicieron firme el príncipe Joaquín de Dinamarca y la princesa Alexandra. La pareja acertó a dividir en común las penas y multiplicar las alegrías, como en todo buen enlace debe suceder, durante nueve intensos años. Se resquebrajaba la unión en septiembre de 2004, quizá de tanto compartir ese monstruo que todo lo devora: la costumbre. El anuncio de separación, en cualquier caso, confirmaba los rumores aparecidos en la prensa rosa durante meses acerca de los problemas existentes en la pareja. Se dijo, incluso, que cohabitaban por separado. Un rumor como el que a menudo se apresuran a desmentir en los últimos tiempos Rania de Jordania y el rey Abdalá. Quién sabe.

150 años atrás

Este fue el primer divorcio habido en la casa real danesa -una de las monarquías más antiguas de Europa- en los últimos 150 años. Antes, en 1846, el rey Federico VII se separaba formalmente de la princesa Carolina Carlota Mariana, de la casa alemana Mecklemburg-Strelitz. De nada sirvió la exclusiva divina 'lo que Dios ha unido...'. Bastó también entonces la pérdida de afecto. Razón suficiente, pues para desear seguir juntos sólo se precisa que dos personas se amen.

Los hay que dicen que el matrimonio simplifica la vida. Se la complicó demasiado a Diana de Gales y a Carlos de Inglaterra. Tras insistentes rumores y escándalos publicados en la prensa sensacionalista británica, daban fin a once años de vida en común. Tardó en resolverse el divorcio. El lecho de rosas que quiso ser su matrimonio se tornó en campo de batalla. A los dos años de romper, el príncipe de Gales admitía en un documental televisivo que había sido infiel. La reina Isabel II se apresuró a intervenir. Pidió a la pareja, por carta, que agilizara los trámites para zanjar cuanto antes el asunto. No era la primera vez que la soberana se enfrentaba a un fracaso matrimonial. En septiembre de 1989 se divorciaba su hija Ana. El 19 de marzo de 1992, los duques de York -el príncipe Andrés y Sarah Ferguson-.

'A dónde va el amor, cuando el amor se olvida'. Tendría el poeta que preguntar en la casa de los Grimaldi en Mónaco. A la princesa Estefanía le ha llevado a establecer récords: innumerables romances pasajeros y dos ex maridos. Cierto que sus amores tuvieron mucho de comedia, y de ahí el drama en que acabaron sus bodas. A su hermana Carolina le llevó el amor a una ruptura a los 26 meses de casarse con Philippe Junot, quien la doblaba en edad. A su hermano Alberto no le ha llevado al divorcio, porque nunca se ha casado, aunque sí a una vida rodeada de rumores, a dos hijos fuera del matrimonio y a la imagen de un príncipe opaco y cuadriculado. Nadie parece haberle advertido de que el amor es química, y no física.

También por hacer cuentas y no cuadrarle los números, Cristina de Holanda, la cuarta hija de la reina, se divorció en 1994. Alegó infidelidad continuada a lo largo de 19 años de su esposo, un cubano llamado José Guillermo, con el que se había casado en 1975. También su hermana Irene, casada en 1964 con el príncipe Carlos Hugo de Borbón Parma, había dado este paso.

Ni siquiera los zares rusos han sido tan felices como hubieran querido. El 22 de septiembre de 1976 y en la única capilla ortodoxa rusa de Madrid, se celebraba la boda de la gran duquesa María, hija única de los duques Vladimiro y Leonida de Rusia y herederos del último zar, con el príncipe Francisco Guillermo de Prusia, biznieto del emperador Guillermo II de Alemania. El vínculo se rompió en 1986. El secreto de un matrimonio feliz permaneció, también en este caso, en secreto.