OPINIÓN

Larga lengua

Continúa la lucha desde las administraciones para erradicar la lengua azul en España y en Andalucía. Esta enfermedad no supone problemas para las personas ni limitaciones en el consumo de carne, leche o derivados. Pero es un importante mazazo para un sector al que le toca vivir numerosos reveses. Es el caso de la subida de costes como los piensos, de la energía o los bajos precios de las canales. El caso de la lengua azul implica, además de pérdidas directas de cabaña, la inmovilización de las ganaderías, con todos los costes que ello implica.

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El martes se reunió el Comité Nacional de la Red de Alerta Sanitaria Veterinaria. Las administraciones continúan con el objetivo de erradicar esta enfermedad. Una pretensión fundamentada en el éxito de años anteriores con el serotipo cuatro, que no ha vuelto a reaparecer. En el resto de Europa, la enfermedad sigue por similares derroteros, con sistemas de vacunación más ralentizados y un serotipo, el ocho, que no afecta a la ganadería española. La experiencia de España ha permitido poner en el mercado de forma rápida la vacuna. Hay que recordar que Cádiz, junto con Málaga, han sido las primeras provincias andaluzas en proceder a la vacunación. Desde la Junta se decidió dar prioridad a las explotaciones no contagiadas.

En este sentido, tal como ha demandado el director general de Ganadería del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Carlos Escribano, la velocidad de vacunación en animales todavía no contagiados es fundamental. Se consigue parapetar así a las ganaderías sanas y asilar la enfermedad. Ahora, las reses que han sido vacunadas disponen de movilidad. No obstante, la extensión de la enfermedad al País Vasco y su rápida propagación en esa región generan importantes dudas sobre el comportamiento de la enfermedad y su vector transmisor.