Jerez

Cartas de una guerra

Consuelo y María Luisa Sánchez Flores custodian con nostalgia las cartas de Juan Sánchez Barrios, su padre, que enviaba desde el frente durante la Guerra Civil

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La historia de Juan Sánchez Barrios se asemeja a la de muchos españoles que durante la Guerra Civil tuvieron que hacer de tripas corazón. Y es que si ya resulta bastante duro participar en una guerra, lo es más aún cuando no se comulga con la misma ideología y principios que el bando que recluyó a Juan. Un hecho que fue muy habitual desde 1936 hasta 1939 en España, cuando miles de personas se vieron obligadas a acatar las órdenes del bando nacionalista. Junto al lado republicano, en sus más fieles convicciones, se encontraba Juan Sánchez, y sin embargo se vio obligado a «salvaguardar la patria española» en el bando afín al régimen franquista.

No obstante, uniformados de soldados durante la noche todos eran hermanos, y es que «mi padre tuvo que luchar en la más feroz de todas las guerras, porque la civil es la peor de todas ya que tienen que enfrentarse entre hermanos», narra Consuelo Sánchez Flores, hija de Juan, que con recelo y nostalgia aún conserva esas cartas que desde el frente llegaban con cariño a cada miembro de la familia. Esas correspondencias que pese a la mala época de conflicto estaban impregnadas de buen humor y optimismo, para transmitir una visión con menos dureza de lo que en realidad Juan vivió en sus destinos como soldado del régimen.

Entre trinchera y trinchera, tras un cigarrillo y otro en las noches de calma, Juan echaba de menos a los suyos, a los mismos que animaba con curiosos dibujos que realizaba en cada carta. El desconcierto y desolación no le hicieron olvidar su tierra y su buen vino, y así lo plasmó, a modo de viñeta, carta tras carta. En ellas ironizaba su presencia, -y la de todos los soldados que no querían la guerra- en este conflicto bélico, echado en el suelo bebiendo directamente de una bota de vino de en la que inscribió «Viva el vino de Jerez».

Así era su correspondencia, y así la recibían sus hermanos, su mujer, sus padres y sus hijas, unas misivas que no invitaban a las lágrimas. Sus noticias del frente mostraban su buen humor.

Todas y cada una de las cartas que Consuelo custodia con el máximo mimo y cuidado -al igual que su hermana Luci- por su valor sentimental comienzan con «¿Saludo Franco! Viva España. III Año Triunfal», encabezamiento necesario en los escritos para pasar la censura militar. En una de ellas, destinada a su madre, Juan cuenta: «En la trinchera a 10 de enero de 1999. Madre, ante todo, le deseo que se encuentre bien en compañía de mis hermanos. Yo estoy bien y con muchas ganas de verlos a todos, y esta carta es para que vea que me encuentro bien y tranquilo, con tiempo de sobra para escribir estas tonterías que yo se que a usted le sirven de alegría. Pues bien, cuando tengo tiempo así lo hago y como aquí en el frente empalmamos el día con la noche, pues hay tiempo de sobra para pensar en estas chirigotas. Aquí le mando mis tonterías para que paséis un rato a risa, ya que no puede ser otra cosa la que recibáis de Juanillo de Jerez. Viva el vino de mi tierra», culmina el escrito a su madre. Ésta es la idea que transmiten sus circulares -y acompañadas de simpáticos dibujos como a sus hijas y sobrinas vestidas de flamenca, a su esposa representada como una gitana de la buena ventura que está leyendo la mano, o a sus hermanos y amigos reunidos bebiendo vino, así como dibujaba a sus padres esperando la llegada del hijo que tienen en la guerra-, que hacían la espera más agradable.

En otra de las correspondencias que se conservan, dirigida a su hermano, narra lo triste que está por qué no podrá compartir con la familia las navidades, y les desea a todos «Felices Pascuas». En ella pide a su hermano que le mande vino de la tierra, «que lo cambio con los compañeros por cigarrillos, que en nuestra trinchera escasean». Es lo que fue la guerra para Juan Sánchez, intercambio de vino por cigarrillos con aquellos a los que al día siguiente debía estar frente a frente con su arma en alto. Le recuerda en esta carta que «pienso muchas veces cómo nos íbamos a beber un vinito a La Moderna con los demás, darle recuerdos a todos nuestros amigos con los que pasábamos las tardes, que los echo mucho de menos».

Entre estas cartas que Consuelo protege se encuentra el diario de guerra de su Juan. Comienza: «11 de Agosto cuando estaba en las trincheras de Villaharta, 13 de noviembre en Archidona, el 23 de febrero de 1940 en Antequera, el 6 de marzo en Alcalá la Real, 24 de marzo en Granada, del 28 al 31 de operaciones por Alcalá la Real», y así va desarrollando la información de todos los pueblos y ciudades por donde tuvo que permanecer en el frente. Entre estas descripciones cuenta cómo se escapó hacia Jerez el 22 de marzo, mientras espera un permiso para poder visitar a los suyos, pero pocos días después «ingresé el 15 de abril en los cuarteles de Cádiz, y el 1 de junio relevé en el penal de El Puerto de Santa María, y casi veinte días después se licenció en el Penal de la localidad vecina». Asimismo, culmina su diario aludiendo al lema militar más conocido: «Todo por la patria». Mucho miedo, y mucho orgullo acompañó a Juan para regresar a casa y volver a revivir los momentos con sus seres más allegados, pero eso sí, sin perder la sonrisa del rostro.

Estos escritos de guerra -como muchos otros- no hablan de éxitos, ni de muertes, ni de metas ni logros conseguidos, ni víctimas mortales en signo de trofeo, sólo tranquilizan a sus seres más queridos e intenta sacarle una sonrisilla a cada familiar.

«He leído las cartas una infinidad de veces, y no hay día que las lea que no me emocione y recuerde a mi padre», explica Consuelo. «Mi padre tuvo que luchar por un bando en el que no creía, y en los escritos se puede observar cómo la censura militar no dejaba contar nada, por eso mi padre se entretenía en hacer dibujos. No le permitían transmitirnos lo que realmente él hubiera contado. Como no creía en las mismas consignas que los militares franquistas tenía que disimular, y hacer creer que todo iba bien, por eso, sus cartas son tan optimistas», concluye.

Juan Sánchez Barrios regresó a su casa, con sus hijas, a las que no pudo estar presente en sus nacimientos, y con su esposa. Esa triste guerra quedó atrás, en el recuerdo. Un lugar al que sus hijas y nietos han podido acceder gracias a estos escritos elaborados desde el frente.