LÍNEA 2. El autobús municipal, que estalló en el centro de la ciudad, circulaba lleno de estudiantes y trabajadores que se disponían a iniciar su jornada. / EFE
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Otra masacre estremece a Rusia

Una enigmática explosión revienta un autobús en el centro del país y deja ocho muertos y 56 heridos La policía investiga un posible atentado terrorista, pero no descarta que se trate de un ajuste de cuentas

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Aunque siguen siendo frecuentes en las repúblicas del Cáucaso Norte, los atentados terroristas hace tiempo que no alteraban el ritmo habitual de vida en la mayor parte de Rusia. Hasta ayer, cuando un artefacto explosivo reventó un autobús de pasajeros en la ciudad de Togliatti, a orillas del río Volga. La deflagración causó ocho muertos y 56 heridos, entre ellos tres niños. Diez de los hospitalizados se encuentran en estado crítico. Por el momento, se ignora quién ha podido perpetrar el ataque. La Fiscalía ha abierto un expediente criminal por «terrorismo, asesinatos en masa y tráfico ilegal de explosivos».

El gobernador de la región de Samara, Vladimir Artiakov, decidió decretar para hoy día de luto mientras el Ministerio de Protección Civil enviaba desde Moscú un avión con ayuda médica y un equipo de expertos criminalistas.

La bomba hizo explosión a las 8.12 -dos horas menos en España-, cuando un autobús de línea municipal atravesaba la intersección de dos calles en pleno centro de Togliatti. El vehículo iba abarrotado de personas que se dirigían al trabajo y de estudiantes universitarios en ruta hacia sus clases. Hubo también heridos entre quienes transitaban por la calle. La onda expansiva acabó con los cristales de ventanas y escaparates en un radio de cien metros. Las televisiones rusas evitaron ofrecer imágenes duras de lo sucedido, pero, a juzgar por los testimonios de muchos testigos entrevistados por la radio Eco de Moscú, el espectáculo debió ser dantesco.

Confusión

Tanto es así, que el pánico se adueñó rápidamente de los habitantes de Togliatti, en donde viven unas 800.000 personas. En cuanto se difundió la noticia, el resto de los transportes públicos se quedaron sin pasajeros y los colegios desiertos. Todo el mundo acudió a recoger a sus hijos, tal vez por miedo a que se repitiera lo acaecido en la escuela de Beslán hace tres años. Las informaciones en relación con las circunstancias del atentado eran ayer confusas y contradictorias. En un primer momento se dijo que el artefacto fue adosado a los bajos del autobús. Después se afirmó que explotó dentro del vehículo e incluso que lo llevaba consigo un terrorista suicida.

Nadie ha descartado que el autor de la masacre sea un grupo ultra o que se trate de un ajuste de cuentas en medio de una lucha por el control del mercado del transporte público.

Pero, sin haber aún vestigios claros de la autoría, la mayoría de los lugareños que ayer hablaron por teléfono con la emisora Eco de Moscú se inclinaron por pensar que los chechenos están detrás. Hubo quien culpó directamente a la comunidad chechena de Togliatti, muy numerosa y con negocios en el sector comercial, además de mantener buenas conexiones con la fábrica de automóviles Lada, la más importante de toda la región. Pese a que los locutores de Eco de Moscú intentaban hacer comprender a sus oyentes que los chechenos de Togliatti son lo últimos interesados en cometer un atentado así, las llamadas indicaban que se les considera a ellos los principales sospechosos.

La pista neonazi

Sin embargo, Alexander Bastrinkin, jefe del equipo de investigación enviado por la Fiscalía General de Rusia, dijo ayer que el explosivo utilizado se parece mucho al empleado en el atentado llevado a cabo en agosto de 2006 en el mercado Cherkizovski de Moscú, en donde murieron diez personas y resultaron heridas más de 50. Los autores de aquel ataque eran miembros de una organización neonazi.

El diputado comunista, Victor Iliujin, no descartó ayer que existan grupos interesados en «desestabilizar la situación en el país» en la víspera de las elecciones legislativas de diciembre y presidenciales de marzo.