BEATIFICACIÓN MEDIO MILLAR DE ESPAÑOLES

El Papa ve en los mártires de la Guerra Civil un impulso a «trabajar en la reconciliación»

El Vaticano proclama 498 beatos en la ceremonia más numerosa de su historia ante 30.000 personas y todo el episcopado español

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Nadie pronunció ayer en toda la mañana en el Vaticano las palabras Guerra Civil, aunque obviamente flotaban en el aire. En su afán por descargar de ideología la ceremonia y resaltar exclusivamente el aspecto religioso que marca el asesinato de los 498 nuevos beatos proclamados ayer, la Iglesia ha utilizado la fórmula 'mártires del siglo XX'. Ha bastado incluir en el grupo dos casos de 1934 para justificarlo. Por otro lado, se trata de una expresión acuñada por Juan Pablo II, que en 2000 lanzó la idea de que el siglo anterior había sido una nueva era de martirio como en los primeros tiempos del cristianismo. De hecho, creó una comisión de «nuevos mártires» que comenzó a recopilar miles de casos de las tragedias del siglo XX, del genocidio armenio de 1915 a las matanzas en Timor Este en 1999, pasando por el comunismo y el nazismo.

Las matanzas del bando republicano en la Guerra Civil española, de 1936 a 1939, ocupan un capítulo importante en este macabro registro, aunque los casos de ejecuciones del bando franquista, si bien son menos, no han merecido la misma atención. Desde 1987, Juan Pablo II dio luz verde al trámite de las causas y beatificaciones. El Sumo Pontífice celebró once, cada vez más numerosas, hasta completar 479 mártires. La última, en 2001, ya fue la beatificación más numerosa de la historia. La de ayer la ha superado y la jerarquía de la Iglesia española acudió en masa: estaba casi todo el episcopado al completo, 71 obispos, y 1.000 sacerdotes. La misa fue en castellano, pero hubo algunos pasajes en gallego, catalán y euskera.

Asistieron unas 30.000 personas, más o menos las que se esperaban. Casi todas venían de España y entre ellas había unos 2.500 familiares de los difuntos. No faltaron los parientes de los cinco religiosos malagueños que ayer se convirtieron en beatos: el sacerdote Enrique Vidaurreta Palma, el diácono Juan Duarte Martín, el salesiano Pablo Caballero López, y los agustinos Antonio Pancorbo López y Rafael Rodríguez Mesa.

Se esperan muchas más ceremonias así en los próximos años, pues la Iglesia habla de 10.000 víctimas en la Guerra Civil. El siguiente expediente que ya está en Roma es de 863 personas. Quién sabe cuándo llegarán las nuevas beatificaciones, con qué Papa y qué Gobierno de España, pero desde luego, la de ayer fue la más controvertida vista hasta ahora. Mejor dicho, se ha saturado de significados durante los meses y semanas previos, porque la ceremonia en sí se centró en nociones muy simples, exclusivamente religiosas.

Por explicarlo de forma breve, que el mártir muere por su fe, no por sus ideas, y lo hace perdonando a sus verdugos. Por eso, la Iglesia los recuerda como ejemplo de amor y reconciliación, y también de lo que debe hacer un cristiano si, por desgracia, llega el caso. En ese sentido, la jerarquía es de la opinión de que estos modelos son útiles para despertar vocaciones y confortar a los creyentes actuales, en el sentido de que se tienen que comportar como «héroes».

Esa es la esencia de los mensajes del cardenal Saraiva, que ofició la ceremonia como prefecto de la congregación que se encarga de los procesos de santidad, y después del Papa, que se asomó a la ventana de su estudio al final del acto. «Vivimos una época en la que la verdadera identidad de los cristianos está constantemente amenazada y esto significa que, o son mártires, se adhieren a su fe de modo coherente, o tienen que adaptarse», comentó Saraiva.

«Eventualidad realista»

Luego fue Benedicto XVI, hablando en castellano, quien amplió el análisis a una lectura más general: «Con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, los mártires nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica». Pero no dejó de insistir desde su ventana, en la línea de Juan Pablo II, en que «un número tan alto de mártires demuestra que el supremo testimonio de la sangre no es una excepción reservada sólo a algunos, sino una eventualidad realista para todo el pueblo cristiano».

En realidad, espantando tales augurios y tras meses de cruce de declaraciones en una legislatura de pulso permanente entre Iglesia y Gobierno, ya se hacían gestos de distensión muy claros en la víspera. El presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez, comentó que, como cualquier partido, la Iglesia tiene derecho a cultivar la memoria de su historia, pero no lo hace «contra nadie». Fue exactamente la misma expresión que usó horas más tarde el representante que el Gobierno envió a Roma, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en la cena que ofreció en la embajada española ante la Santa Sede para 10 cardenales y 26 obispos. Celebrada la beatificación, que ha sido una ocasión de visibilidad para la Iglesia española, el protagonismo pasará ahora a la Ley de Memoria Histórica, que llega al Congreso de los Diputados pasado mañana.

El 6 de noviembre

La ceremonia duró dos horas, con muy buen tiempo en la plaza de San Pedro, y estaba calculada para acabar a mediodía y encadenar con el Ángelus del Papa. Él no estaba en el acto, pero no hay nada raro en ello. Desde que llegó, Benedicto XVI ordenó que las beatificaciones -grado previo a la santidad- se oficien en la diócesis de origen de la causa, como se hacía antes de Juan Pablo II. Wojtyla centralizó las ceremonias en Roma y prefería protagonizarlas él para darles mayor entidad, todo para potenciar a destajo la idea de santidad, tal como demuestran sus récords de canonizaciones y beatificaciones.

Ratzinger, que ha pulido algunos excesos de su predecesor, aseguró que él sólo celebraría en Roma las canonizaciones, donde el culto del santo ya se eleva a nivel universal, y que a las beatificaciones mandaría al cardenal Saraiva al país correspondiente. En el caso de ayer se hizo una excepción porque, al ser un grupo tan numeroso de mártires, con 23 causas distintas, en el año 2002 se decidió unirlas en una sola y celebrarla así en Roma. Con la beatificación, la Iglesia autoriza ahora el culto en las diócesis interesadas, a nivel local. En este caso se ha elegido para conmemorar a los nuevos mártires el 6 de noviembre.