editorial

Sombras presupuestarias

El Gobierno logró salvar ayer con menos apuros de los previstos el primer examen en el Congreso de los Presupuestos Generales del Estado para 2008, aunque el limitado refuerzo de los apoyos cosechados no elimina las dudas políticas y económicas que despierta la iniciativa. Su ajustado refrendo -177 votos frente a 168- sólo puede ser explicada en parte por el interés que han mostrado grupos tantas veces aliados del Ejecutivo para distanciarse de él ante la proximidad electoral. Porque el Gabinete de Zapatero no puede soslayar el relativo fracaso que para la culminación de la legislatura supone la aprobación de las Cuentas con el respaldo del PNV, BNG, la Chunta aragonesista y de dos diputados tránsfugas del PP y Coalición Canaria. Tan apurada mayoría no deslegitima en ningún caso la votación favorable de los Presupuestos. Pero evidencia la doble endeblez que para el PSOE supone no contar por sí mismo con los votos suficientes para asegurarse tal aprobación, ni con los socios precisos para respaldar más ampliamente sus intenciones. El hecho de que el Ejecutivo se haya visto obligado a contar con el apoyo del partido de Ibarretxe en medio del desafío soberanista que éste reitera continuamente, y justamente el mismo día en que el lehendakari anunciaba que el PNV apoyará la investidura sólo de aquel candidato que se comprometa a avalar las consultas previstas en su plan, representa una contradicción insoslayable hasta para Rodríguez Zapatero. Es más que probable que ningún partido obtenga mayoría absoluta en las generales. Pero sería deplorable que la ley de la mínima mayoría se instalara definitivamente para el gobierno de España.

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El vicepresidente Solbes se esforzó ayer en diluir las objeciones que él mismo había planteado al cuantioso programa de ayudas sociales promovido por el Ejecutivo, precisamente la iniciativa que ha convertido en imprescindible la aprobación de estos últimos Presupuestos. Unas Cuentas que contemplan un crecimiento de la economía española del 3,3%, por encima de las previsiones más restrictivas de organismos como el FMI. El hecho de que Solbes haya tenido que admitir en el Congreso que sus predicciones pueden sufrir un ligero recorte por las incertidumbres de la crisis crediticia evidencia que el equipo económico del Gobierno se inclinó por elaborar sus previsiones a partir de los márgenes más optimistas: esto es, confiando en que el precio del petróleo se estabilizará en torno a los 70 dólares y en una menor apreciación del euro con respecto a la moneda estadounidense, dos circunstancias que no se están cumpliendo. Tiene razón el vicepresidente cuando relativiza la posible desaceleración de nuestra economía cuando ésta continuará creciendo, pese a todo, por encima de las de los países de su entorno. Pero es precisamente el empecinamiento del Gobierno en mantener inalterables sus proyecciones lo que agrava ante la opinión pública cualquier futura revisión a la baja.