Editorial

Horizonte salarial

Las reacciones suscitadas por la promesa del presidente Rodríguez Zapatero de incrementar el salario mínimo interprofesional hasta 800 euros a lo largo de la próxima legislatura vienen a demostrar hasta qué punto es necesario que los anuncios que afectan a la economía se atengan al rigor que requiere ésta y no respondan únicamente a impulsos políticos. Es cierto que la Carta Social Europea establece el objetivo de situar el SMI en el 60% de la media salarial. Pero fijar cuantías desde el ámbito político al margen de la evolución real de la economía y del diálogo social con empresarios y sindicatos no parece la forma más aconsejable de asegurarse tan deseable meta. Pero el debate sobre el SMI no debería eludir la cuestión de fondo que, en cuanto a los salarios, afecta a la economía española, especialmente en el caso de que asistamos a un retraimiento del consumo familiar y de la demanda en general. El crecimiento experimentado por nuestra economía ha contado en todo momento con la moderación salarial como factor concertado entre la patronal y los sindicatos. El sentido de responsabilidad de UGT y CC OO resulta especialmente crucial en estos momentos, dado que tanto las dificultades que pueden afectar más a unos sectores que otros como los cambios que vayan introduciéndose hacia un modelo de crecimiento menos dependiente de la construcción suscitarán sin duda demandas y reivindicaciones que, como ocurre siempre, recaerían sobre la variable salarial. Dada la eficacia demostrada por el Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva como marco de referencia tanto para los convenios de los diversos sectores como para la negociación en el seno de la empresa, su permanencia constituye una condición poco menos que indispensable para dibujar el horizonte salarial de los próximos años, y no únicamente el de 2008.

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Ese horizonte salarial ha de continuar teniendo en cuenta la previsión oficial de inflación, los incrementos de productividad como incentivo a compartir, y las cláusulas de revisión que contribuyan al mantenimiento del poder adquisitivo. Pero hay una cuestión recurrente que precisaría, en estos momentos, una especial reflexión: cuál es el ámbito más idóneo para la negociación colectiva en momentos de desaceleración, el sector o la empresa. Un paulatino cambio en el modelo de crecimiento acarreará incrementos de productividad desiguales y no siempre continuados. Desigualdad y discontinuidad que será mayor entre las empresas que entre los distintos sectores de la economía. En ocasiones el ámbito preferente de la negociación colectiva refleja una opción sindical que tiene que ver más con la organización sectorial de las centrales e incluso con sus equilibrios internos que con las necesidades de la economía y las aspiraciones de los propios trabajadores. Razón añadida para que el diseño a escala del marco de la concertación social responda, antes que nada, al interés común del crecimiento económico.