MILENIO

Se podría afirmar

El status sociopolítico actual de la Andalucía 2007, con su satisfactorio crecimiento económico y cultural, parece mucho más propio del crecimiento vegetativo del país, en general, que de un discurso político concreto, reconocible y de sus herramientas persuasivas del poder andaluz.

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O expresado en otros términos: ese aumento de la renta andaluza parece que viene más enlazada con los flujos económicos externos y ayudas institucionales de la Unión Europea (UE), más de 20.000 millones de euros en los veintiuno años de permanencia en la Unión, que de la capacidad de riesgo y fundamentos teóricos de la propia sociedad andaluza.

Se podría afirmar, pues, a la vista de estos datos, que los viejos complejos andaluces y españoles de inferioridad ante la Europa libre y democrática se mantienen entre nosotros con mayor o menor intensidad de los que se mantenían en el vientre social español treinta años atrás.

También es cierto que la política de tierra quemada que viene ejerciendo el actual PP, que no siempre fue así, como fuerza de oposición ante un Partido Socialista tercamente dubitativo y delicuescente, le facilita el terreno a un partido de centro-derecha, más de lo segundo que de lo primero, que en cuanto se distancia de los tradicionales postulados de la España verdugo de herejes y exaltador de las esencias espirituales de la tradición occidental, se enajena en cuanto a sus referencias espaciales, deontológicas y doctrinales.

Y este es el gran dilema político español, en general, y del andaluz, por proximidad y cultura compartida, en particular. Y es que el espacio estatal de España, con independencia de esperpénticos y patéticos supervivientes, como el exótico y peregrino Josep Lluis Carod Rovira, nunca ha lucido una sólida voluntad de cambio mínimamente radical de las reglas del juego.

Porque en estos tiempos convulsos vemos a muchos ex gobernantes socialistas de aquella época, aún de buen ver y concitando el interés de señoras maduras a considerar, sumergidos todavía en el nihilismo que lucieron y practicaron en sus tiempos de mandatarios ejecutivos del país.

Y esa es la factura que andamos pagando en la actualidad.