Editorial

La línea dura se impone en Batasuna

Las detenciones de destacados miembros de la suspendida Batasuna que anteayer llevó a cabo la Policía Nacional por orden del juez Baltasar Garzón no pueden tener otra justificación que la que dimana del imperio de la ley. En tal sentido, el hecho mismo de que tales ciudadanos se reunieran con el fin de realizar labores orgánicas del grupo suspendido y, en consecuencia, en su nombre y representación, constituye, por sí solo, un delito que debe ser perseguido judicialmente. Resulta ahora además que, a tenor de informaciones facilitadas por quienes han tenido acceso a los documentos incautados, los detenidos el jueves se encontraban elaborando la estrategia con la que la izquierda abertzale pretende hacer frente a la situación creada por la ruptura del alto el fuego de ETA.

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En tal estrategia, dos cosas quedan claras. La primera, que la suspendida Batasuna, lejos de apostar por su autonomía política, ha tomado la decisión de seguir actuando como mero apéndice de la organización terrorista y encargándose, en consecuencia, de prestarle apoyo y cobertura. La segunda, que, dado por oficialmente cerrado el proceso de negociación, la izquierda abertzale se dispone a acometer una fase de abierto enfrentamiento, especialmente dirigido contra aquéllos a los que se les imputa la responsabilidad de haberlo hecho fracasar, es decir, el Gobierno del PSOE y el PNV.

En este contexto, resultan de una ingenuidad rayana en el escarnio las declaraciones de algunos miembros de este último partido, así como del Ejecutivo vasco, en el sentido de que las acciones judiciales y policiales de anteayer constituirían un obstáculo para el logro de la paz y sólo servirían para obstruir las eventuales vías de diálogo que pudieran abrirse.

Si fuera el sentido de la democracia y de la realidad, en vez de los prejuicios ideológicos, lo que dirigiera la acción política en esta materia tan delicada, quienes así se han manifestado de manera tan poco reflexiva deberían reconocer que, tal y como están las cosas, sólo la estricta aplicación de la ley y la radical deslegitimación de los que intentan subvertirla podrán conducirnos, algún día, al final de este terrorismo sin sentido ni utilidad algunos.