Los etarras presos en cárceles gaditanas, «tranquilos» tras el último golpe a la cúpula

En octubre de 2006 cuando Iñaki Bilbao Goikoetxea regresó a la cárcel de El Puerto donde estaba preso fue directamente al módulo de aislamiento. Experto en amenazar a los jueces de la Audiencia Nacional, había protagonizado un nuevo capítulo en sus andadas judiciales. En la sala, desde la cabina blindada, dando golpes al cristal y simulando con su mano una pistola, señaló al presidente del tribunal Alfonso Guevara. «El día que te eche mano te voy a meter siete tiros». No era la primera vez. Justo ese día estaba siendo juzgado por amenazar a Baltasar Garzón.

A Bilbao se le considera uno de los irreductibles de la banda, con sonados encontronazos con algunos funcionarios a los que intentó amedrentar en los 90.

Incluso, su terquedad en la causa le llevó a ser ingresado hace unos años en el Clínico de Puerto Real a cuentas de una huelga de hambre.

Tras aquellos lodos, ahora, Iñaki Bilbao permanece en Puerto III «tranquilo» cumpliendo lo que le resta de condena. Al igual que el resto de presos de ETA, no es «especialmente conflictivo». En la actualidad hay 39 reclusos etarras distribuidos por tres cárceles de la provincia. En Puerto III, el centro penitenciario más grande y moderno, permanece una quincena de ellos, once en Botafuegos (Algeciras) y otros trece en Puerto I.

Entre los desplazados en la provincia, además de Bilbao Goikoetxea se encuentra otro histórico de la banda: Henri Parot, con casi 5.000 años de condena por 26 asesinatos, permanece también en Puerto III. El responsable de lo que pudo ser una masacre en Sevilla en 1990, fue arrestado ese mismo año en la capital hispalense, cargado de explosivos justo antes de cometer el atentado. En octubre de 2007 llegó al centro penitenciario gaditano, junto a otros cuatro terroristas, que procedían de distintas cárceles.

Pues bien, tras el último gran golpe asestado por la Guardia Civil a ETA, con el arresto de David Pla e Iratxe Sorzaba, encargados de la logística armada de la banda, los presos del grupo criminal que permanecen en las cárceles gaditanas se muestran «tranquilos». «No se ha notado nada especial», comentan fuentes penitenciarias a este periódico. Es más, ya ni siquiera, y desde hace unos años, los familiares que van de visita se manifiestan a las puertas de las prisiones.

Este tipo de presos cumplen su condena en primer grado y están catalogados como de especial seguimiento (FIES). Su restricción pasa por tener cinco horas de patio al día, por la mañana, la tarde la pasan en la celda. Además, sus comunicaciones con el exterior están intervenidas, una medida que se toma bien por orden judicial o porque se trata de internos con una especial trayectoria delictiva. Así, se cuenta con traductores de euskera para poder tener un control sobre la correspondencia.

En los 80 y los 90 y, realmente, hasta que la banda ha dejado de tener actividad, las prisiones de Cádiz han sido uno de los destinos preferidos para estos reclusos. Debido, sobre todo, a la política de dispersión en las etapas más violentas.

En los últimos tiempos, la cosa ha cambiado bastante. La presencia ha sido menor, más aún desde que se tuvo que aplicar el dictamen del Tribunal Supremo de febrero de 2006 tumbó la 'doctrina Parot' y medio centenar de terroristas salieron de prisión (Isidro María Garalde, 'Mamarru', y José Antonio López Ruiz, 'Kubati', entre ellos, de El Puerto).