Picos de felicidad: aprende a gestionarlos para que no afecten a tu salud

Un punto esencial es entrenar la capacidad para observar, identificar y regular nuestras emociones de una manera útil y adaptativa

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Sandra Palacios

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A quién no le ha pasado el llegar a casa después de un fin de semana muy divertido con amigos o una escapada en la que nos hemos sentido muy bien y parece que te invade una sensación de vacío, tristeza, apatía... Lo que ocurre es que venimos de experimentar un pico de felicidad y cuando este baja, nos inunda un sentimiento de pérdida, de pena, y parece que nos falta algo.

Cuando hablamos de picos de felicidad –explica Amelia Serra, psicóloga en El Prado Psicólogos –, hacemos referencia a instantes o momentos en los que experimentamos una felicidad muy intensa , por encima de lo habitual, extraordinaria. «Todos o casi todos vamos a pasar por picos de felicidad a lo largo de nuestra vida, pero no van a constituir la mayor parte de la misma, y eso está bien».

Sara García Pérez, psicóloga colaboradora en Avance Psicólogos Madrid , señala que dependiendo de cómo cada uno interprete el descenso que viene después de estar en la cumbre, puede aumentar la sensación de malestar, debido al contraste de ambos estados. «Esto puede desestabilizar emocionalmente si se da a menudo, y sin momentos prolongados de estabilidad o meseta emocional». Por ello, es importante saber que es un estado temporal y sujeto a cambios.

« La intensidad del pico de felicidad en contraste con la bajada, puede generar tristeza , frustración, desencanto... Incluso, aunque la bajada no se deba a ningún hecho concreto negativo ni necesariamente sea representativa de problemas, algunas personas puedan interpretar ese estado como negativo, al contrastarlo con la intensidad desproporcionada del pico de felicidad», expone García.

Además, esta psicóloga indica que la idealización de la felicidad , como un estado en el que hay que mantenerse siempre de forma intensa, puede generar frustración y llevarnos a buscar esos picos con la creencia de que es ese el estado de ánimo óptimo, y que cualquier otro, más llano pero estable, no es representativo de felicidad.

Sin embargo, Serra asegura que estos cambios de ánimo son normales y nos pasa a todos . Es más, «si siguiéramos con esa felicidad extrema durante semanas o meses, en algún punto nuestra mente y nuestro cuerpo dirían basta, estarían agotados y eso sí que podría resultar peligroso para nuestra supervivencia. Por lo tanto, es un mecanismo homeostático, que mantiene el equilibrio y contribuye a nuestro bienestar».

Es necesario mencionar la importancia de la inteligencia emocional , el autoconocimiento de uno mismo y el contar con herramientas para gestionar todas estas emociones; aquí radica la diferencia entre unos sujetos y otros. «Si en lugar de un sentimiento leve y momentáneo de pérdida, pena o tristeza, lo que experimentamos son estas sensaciones de forma muy intensa y esto se alarga en el tiempo, entonces ya nos encontraríamos ante síntomas depresivos y sería necesario abordarlo. Pasar mucho tiempo en los extremos es señal de que algo no funciona y requiere de nuestra atención», manifiesta esta psicóloga.

Todos podemos caer en algún momento en esta dinámica que comentamos, pero hay ciertas características o conductas que pueden hacer que una persona sea más propensa a padecerlo:

Características

  • Baja tolerancia a la frustración

  • Hipersensibilidad

  • No contar con una buena red social y de apoyo

  • Carencias de apego

  • Haber experimentado vivencias traumáticas

  • Personas en proceso de duelo o con duelos no resueltos

  • Aquellos que son muy perfeccionistas y exigentes

  • Sujetos con baja inteligencia emocional

  • Presencia de creencias irracionales

  • Uso excesivo de redes sociales; especial atención a los adolescentes

Serra insiste en que el mensaje que debemos tener presente es que esto tiene solución y que si queremos, podemos hacer una buena gestión de nuestras emociones . «La solución pasa por tomar consciencia de estas, reconocerlas, detectarlas, abordarlas cuando sea posible y aceptarlas cuando no nos quede otra».

¿Cómo gestionar estos picos para conseguir una mayor estabilidad?

En primer lugar, Serra insiste en que tenemos que aceptar nuestras emociones , sean del tipo que sean. «No es fácil, pero una vez las aceptamos todas, tenemos una buena base desde la que construir y trabajar todo lo demás».

«En segundo lugar, se ha observado que las personas que acostumbran a focalizar su atención en las experiencias que les hacen sentir mal, ya sea por enfado, tristeza o miedo, son más propensas a sufrir de inestabilidad emocional y tienen más dificultad para hacer una buena gestión de sus emociones», explica esta psicóloga. Por tanto, insta a cambiar el foco y que entendamos que ni lo bueno es tan bueno, ni lo malo es tan malo.

Por otro lado, la evitación es uno de nuestros peores enemigos , ya sea cuando hablamos de fobias, miedos o, como en este caso, emociones. «Está muy vinculado con la aceptación y es que, huir de las emociones que nos resultan desagradables u optar por la distracción la mayor parte de las veces, es una opción que a corto plazo nos puede resultar útil, pero a la larga nos traerá problemas; estaremos poniéndonos un parche, pero no abordaremos la situación de frente», comenta Serra.

Otro punto esencial que subraya esta psicóloga es entrenar la capacidad para observar, identificar y regular nuestras emociones de una manera útil y adaptativa: «Un ejercicio que suelo proponer es practicar diez minutos de consciencia emocional al día. Para ello, basta con colocarnos en un sitio y posición cómodos, situarnos en el presente mediante los elementos que nos rodean en ese mismo instante: observar la luz, la temperatura, los colores, los sonidos, nuestras sensaciones físicas... Una vez hemos conectado con el aquí y ahora a un nivel más externo, vamos a centrarnos en nuestras emociones, viajamos a nuestro interior y nos preguntamos ¿qué emociones estoy sintiendo en este momento?, ¿sé qué las está originando?, ¿cómo me siento con ellas?, ¿las estoy aceptando o trato de huir?, ¿estoy gestionándolas de una forma adecuada para mí?».

También tendríamos que tener en cuenta la disonancia entre nuestras expectativas de vida , aquello que deseamos y lo que realmente tenemos. «Vivimos envueltos de creencias irracionales sobre cómo tiene que ser nuestra vida, lo que esperamos de ella y, sobre todo, nos comparamos con la vida que nos muestran los demás». Por ello, Serra aconseja elegir un momento del día y preguntarnos: ¿de qué estoy agradecido?

Por último, si observamos que hay experiencias del pasado que nos está repercutiendo en la actualidad, si hay temas que no hemos gestionado o simplemente no nos vemos con las herramientas adecuadas y necesitamos de ayuda externa, esta psicóloga recomienda acudir a un profesional que nos acompañe en el proceso.

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