Lo que quizá no sepas de las frutas que parecen naturales y no lo son

Algunos alimentos son especies espontáneas y salvajes que hemos aprendido a cultivar. Otras, sin embargo, son pruebas y experimentos creados por el hombre

Bodegón de frutas.
Niklas Gustafson

Niklas Gustafson

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Seguramente si le decimos a nuestras abuelas que nos comemos un mango , una pitaya o un maracuyá nos miren con cara de circunstancias sin entender ni una palabra. Y eso sin hablar de algas nori , bimi o edamame , como algunos ejemplos de los alimentos que nuestra generación conoce, utiliza y hasta venera por sus propiedades, pero que hace solo unas décadas no existían en esta parte del mundo.

Es verdad que poco a poco hemos ido introduciendo en nuestra dieta occidental más y más comidas preparadas y ultraprocesadas. Y al mismo tiempo, cada vez somos más los que buscamos y promovemos una alimentación natural, una vuelta a los orígenes de la tierra.

La mano del hombre ha tenido mucho que ver aquí. Por un lado la globalización y por otro la ciencia están poniendo en nuestros mercados y en nuestras mesas alimentos totalmente nuevos y no por ello menos naturales o saludables. Muchos de ellos son, efectivamente, especies espontáneas y salvajes que el hombre ha aprendido a cultivar y que ahora llegan a otros países, pero otras sin embargo son pruebas y experimentos creados por el hombre.

Nashi o panzana.

Pensemos, por ejemplo, en el nashi o panzana (un híbrido entre pera y manzana creado en Nueva Zelanda que ya puede encontrarse en casi todo el mundo), o la platerina (mezcla de nectarina y paraguayo).

Platerina.

Pero no solo eso, cada vez hay más demanda, por ejemplo, para sandías o uvas sin pepitas. Estos últimos son claros ejemplos de transgénicos -organismos modificados genéticamente- que pueden ser tanto o más saludables que el resto (a veces se consigue aumentar sus propiedades gracias a la ingeniería genética) y cuyo mayor riesgo es para el planeta por las pruebas de laboratorio y agrícolas que se llevan a cabo. ¿Sabías que, por ejemplo, la zanahoria es un transgénico? Originalmente delgadas y blancas, no ‘consiguieron’ su color naranja hasta el siglo XVIII en Holanda. También el plátano, que empezó siendo un fruto lleno de semillas y prácticamente incomestible hasta que sucesivos injertos consigueron cultivar lo que es ahora; o las naranjas dulces -en su origen solo las amargas existían, hasta que las sabias manos de un sacerdote valenciano en el siglo XVIII consiguieron hacerlas más deliciosas-.

Con todo eso que nos enseña la historia, dejemos a un lado los prejuicios, conozcamos un poco mejor algunos de estos ‘nuevos alimentos’ y convenzamos a nuestras abuelas de sus propiedades:

Semillas de chía

Populares, en parte, gracias a las redes sociales, las semillas de chía no son algo nuevo en México o Guatemala, de donde es originaria, pero sí en Europa, donde se ha popularizado gracias a su alto contenido en proteínas, calcio, boro, potasio, antioxidantes y omega-3.

Semillas de chía.

Al ser semillas su contenido en fibra también es alto, por lo que ayuda al sistema digestivo.Todavía se están estudiando sus propiedades, y ya hay alguna evidencia de que las gallinas que han sido alimentadas con chía ponen huevos ricos en omega-3.

Quinoa

Es un pseudocereal utilizado en la cocina latinoamericana desde hace siglos, ¿qué significa esto? La quinoa es una semilla, pero su clasificación alimentaria es la de grano integral, por lo que ‘compite’ en usos con otros cereales como el arroz o el trigo, pero sin los problemas de intolerancia que este último provoca a los celíacos, por ejemplo. Tiene un alto contenido en proteínas, fibra y grasas saludables de omega-3 y omega-6.

Quinoa.

También aporta micronutrientes como potasio, fósforo, magnesio, calcio, zinc y hierro. Eso sí, su mayor aporte calórico es en forma de hidratos de carbono complejos, así que recomendamos consumirlo solo esporádicamente y en pequeñas cantidades.

Sirope de ágave

Si bien es positivo que la sociedad (y las empresas de alimentación) se afanen en buscar alternativas al azúcar refinado, no todas son tan saludables como parecen. En este caso, el sirope de ágave proviene, efectivamente, de la planta del ágave y contiene un 85% de fructosa, más fácil de procesar que la sacarosa, en especial para los diabéticos.

Sirope de ágave.

Sin embargo, este sirope es un producto procesado y por tanto desaconsejable. Una alternativa más natural puede ser el igualmente ‘nuevo’ (aquí) jarabe de arce.

Kale

Ni más ni menos que un kale o col rizada . Esta verdura que ha aparecido de repente en nuestras vidas está llena de calcio, vitaminas C y K y antioxidantes. Además, ¡es bajísima en calorías!

Kale o col rizada.

Se recomienda consumir cruda para aprovechar al máximo sus propiedades (en ensaladas como cualquier otra hoja verde) pero, si su sabor amargo te desagrada, no dudes en añadirla a guisos, tortillas o batidos con otras verduras y frutas. También constituye un magnífico snack crujiente.

Dicho todo esto, no perdamos de vista los alimentos y los platos tradicionales de cada región, que normalmente, igual que en las frutas y verduras de cada temporada, aprovechan las necesidades de tierra y clima para ofrecer los mejores productos. Y por supuesto, prestemos atención a los productos de temporada y de proximidad : su riqueza es extraordinaria y, además de cuidarnos con lo que más necesitamos en cada momento, estaremos ayudando a los proveedores locales y haciendo un favor al planeta, al evitar cultivos intensivos, desperdicio de agua y recursos y transportes innecesarios.

Niklas Gustafson @niklasgustafson es experto en Dietética y Nutrición y cofundador de Natruly .

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