Rafael Aguilar - Al Norte del Sur

Al paso de los caracoles

Pasitos esperanzadores, casi imperceptibles. Ese es el ritmo del progreso

Rafael Aguilar
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Sí avanzamos: al mismo ritmo que los moluscos chicos, grandes, picantes, a la carbonara, estofados o con espinacas al vapor, que ya no sirven cualquier cosa, y que a estas alturas están más muertos que vivos en las barras portátiles de cinc de media ciudad, empezando por la plaza de la Magdalena, principio y fin de esta gran metáfora de Córdoba, sí, la de querer soplar y sorber al mismo tiempo. Antes de encontrar su siniestro fin en el fondo de una cazuela hirviendo, el caracol se ha desplazado por su mundo, que quizás apenas sea más que unos cientos de metros de un carril terrizo o la sombra que proyecta la hierba a ras del piso, con la velocidad de quien sabe que no va a llegar a ningún sitio y que le van a echar a red a medio camino de ningún sitio.

Miremos, si no, al Centro de Exposiciones y Congresos, o como fuera el título rimbombante que le puso el exalcalde Nieto, y que a estas alturas está como está. Al 52 por ciento de su ejecución y con las obras al ralentí. Esta es la historia de nunca acabar. O la obra de nunca acabar. La inoperancia ha pegado un salto de algunos kilómetros, pero sigue siendo la mismita. A mediados del primer decenio del milenio en curso la historia lúgubre que hubo que contar fue la del solar de Miraflores. Koolhaas y tal. Un alcaldesa de apariencia comunista que le dio vía libre a los sueños de grandeza de un socio socialista. Llegó la crisis y aquello no había manera de sacarlo adelante. La culpa era de Ferrovial, que era la que tenía que dimitir y todo, ¿alguien lo recuerda? Allí sigue, a la vera del puente de El Arenal, el terreno baldío con sus jaramagos de entonces.

Ha pasado el tiempo, tampoco tanto pero lo sí lo suficiente para que todo vuelva a repetirse.De un modo o de otro. Resulta que la solución sensata ha encallado de lleno. O de gordo, por emplear la expresión vernácula. El Palacio de Congresos de la calle Torrijos ya ha conseguido que los empresarios se echen una foto en la escalera que sube al despacho de la delegada del Gobierno andaluz, a ver si así se entera de que la ciudad no puede seguir esperando. Ésa era una de las dos patas en la que se sustentaba la idea de Nieto para dejar atrás el Palacio del Sur. Ya vemos que está coja.El segundo punto de apoyo, y además bajo la tutela del Ayuntamiento del que no esperaba marcharse tan pronto ni tampoco de la forma que lo hizo, era el Centro de Convenciones junto al Parque Joyero. Pues nada, que no hay manera de que el invento eche cimientos y que hasta la alcaldesa reconoce en voz bajita que, si bien la obra tenía que estar acabada en julio de 2016, no hay perspectivas ni siquiera de que esté finalizada antes de que el mandato concluya. Buena manera de dar pasitos esperanzadores hacia un feliz ecuador del mandato.

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