Así es el Museo de los Patios de Córdoba

Una vez Pablo García Baena le dijo a Fernando Quiñones que «el alma de Córdoba está en sus patios». El poeta no exageraba. El delegado de Cultura de la Junta de Andalucía, Francisco Alcalde, ha recordado la frase del componente de Cántico en la mañana de este jueves durante la inauguración del Museo de los Patios, reconocidos como Patrimonio de la Humanidad en diciembre de 2012.

El espacio expositivo se encuentra en la casa número 4 de la calle Trueque, a la espalda de la parroquia de San Lorenzo, y es propiedad del Ayuntamiento pero durante años tuvo por dueña emblemática a Carmen Montilla, que además de dueña de una de las viviendas del inmueble era el alma de la estancia y la responsable principal del cuidado de su exorno floral.

Ha habido quien la ha echado de menos: el portavoz municipal de Ciudadanos, José Luis Vilches, ha señalado emocionado la puerta de la casa de Carmen, fallecida hace unos años. «Anda que no he pasado yo tardes aquí de charla con ella», ha comentado.

Desde 1921

El Museo, que ha abierto sus puertas gracias a los fondos del Plan Turístico de Grandes Ciudades de la Junta de Andalucía, ofrece un recorrido por la historia de la tradición de los Patios, que se ganó la mayúscula de su inicial en 1921 cuando el Ayuntamiento organizó el primer certamen bajo el auspicio del alcalde Francisco Fernández de Mesa. Quien hoy es el titular del bastón de mando de la ciudad, Isabel Ambrosio (PSOE), ha recalcado durante la inauguración de las instalaciones que esta manifestación popular es «un ejemplo de convivencia y solidaridad: la huella de una forma de vida».

Además de visitar el espacio descubierto de Trueque, caracterizado por su pozo encalado, quienes crucen el umbral de la casa podrán adentrarse en la esencia de los Patios a través de una proyección de unos siete minutos con subtítulos en inglés. Un recorrido por una exposición con fotografías y de recortes de prensa da cuenta de la historia del certamen ya casi centenario y del modelo de hábitos y costumbres del que se nutre y que los vecinos de la cercana calle Chaparro han resumido en un escrito que queda a la vista en la exposición: «Un lugar donde el tiempo se detiene, la conversación no es un pretexto, la comida se convierte en la fiesta y lo común es un tesoro».