Fabricio durante el juicio celebrado la semana pasada en Córdoba
Fabricio durante el juicio celebrado la semana pasada en Córdoba - ABC
TRIBUNALES

El preso más temido en la cárcel de Córdoba

Instituciones Penitenciarias traslada a Fabricio J.S.R. a la prisión del El Puerto III tras ser declarado «culpable de asesinato» de un compañero

CÓRDOBA Actualizado: Guardar
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El juicio con jurado popular contra Fabricio J.S.R. ha dejado al descubierto que «toda la prisión le tenía miedo». ABC recoge testimonios con funcionarios y compañeros del módulo de este hombre de Guinea- Bissau clasificado como muy peligroso en el Régimen Penitenciario 93.1 de máximo aislamiento.

Los presos etarras que declararon en el jucio como compañeros del módulo de máxima seguridad reconocieron ante el tribunal que «le tenían miedo; todo el mundo se lo tenía en la cárcel». Instituciones Penitenciarias ordenó justo después de recibir el veredicto del jurado que le declara culpable su traslado al Puerto III, otro penal de máxima seguridad. Ahora pocos o ninguno de los presos, despues de que matara al que salió con él al gimnasio de la cárcel querrá compartir con él salidas al patio.

Durante las siete sesiones que ha durado el juicio este acusado de asesinar brutalmente a patadas a un compañero en el baño del centro penitenciario de Alcolea lució una camiseta holgada de manga larga que impedía atisbar sus bíceps y un pantalón ancho de chándal. Cualquier detalle ha sido cuidado al milímetro por la defensa de este hombre natural de Guinea Bissau. «No hubo ni una mirada cruzada al público o a los integrantes del jurado, porque su mirada es desafiante, retadora;mejor pasar de puntillas y mirar a un punto fijo que cruzar miradas», aseguran los testigos de prisiones que acudieron al juicio esta semana.

Fabricio, que cumplirá en octubre 34 años, es sin duda, según indicaron fuentes penitenciarias, el preso más peligroso de la prisión de Alcolea. «Tiene atemorizados a todos, incluso a los etarras; desde el incidente de 2014 sale solo al patio», reconocen estas mismas fuentes a ABC.

Su periplo delictivo comenzó en 2005 cuando ingresa en prisión por asestar más de 25 puñaladas a su pareja, porque, según cuentan los presos que comparten con él módulo, ella no accedió a satisfacer sus deseos, y la obligo y luego la asfixió además de apuñalarla.

Un comportamiento que le valió 22 años de prisión al ser declarado culpable por un jurado popular en Bilbao en 2006. Desde entonces, y son más de diez años, no ha salido del módulo de máxima seguridad y aislamiento. Sólo tres horas de patio al día. No recibe visitas, apenas llama por teléfono, y dedica su única salida al día de su celda a pegar patadas a un saco y levantar pesas. Come en la celda. El último incidente lo protagonizó atemorizando al funcionario que reparte la comida, al pedirle doble ración de ensalada. Montó en cólera porque el funcionario le dijo que tendría que esperar a que sirviera a todos, y si finalmente quedaba podría repetir.

Las amenazas forman parte de su día a día, por todo y para todos. En la prisión no recibe peculio alguno, por lo que para comprar desde pilas a la radio que oye mientras hace deporte en el gimnasio al helado de por la tarde, pasando por el tabaco o la tarjeta de teléfono la consigue con presión a sus compañeros.

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