Patrimonio

Una firme huella cristiana bajo las entrañas de la Mezquita-Catedral de Córdoba

Evidencias textuales y arqueológicas sobre los restos cristianos se agolpan ante una nueva polémica latente

Unos turistas observan los restos hallados bajo la Mezquita-Catedral Valerio Merino

S.L.

En los años 30, el arquitecto Félix Hernández excavó el subsuelo de la Mezquita-Catedral tratando de dar con la iglesia que, según decían las fuentes antiguas, el poder omeya había expropiado a los cristianos para construir y ampliar su magnífica mezquita aljama: la basílica de San Vicente . Las crónicas árabes hablaban de un pacto de capitulación, primero, y otro económico después que permitió a Abderramán I acordar la destrucción del templo para edificar justo encima. La investigación de Hernández , pionera pero parca en medios que no pueden compararse con los actuales, no dio los frutos deseados pero sí sirvió de base para que sus sucesores determinaran que, bajo el suelo que hoy pisan dos millones de turistas al año, resisten los restos de una edificación identificada como tal basílica y que engrosaría un gran complejo episcopal al que se trasladó el poder cristiano.

Tras años de polémica estéril por la titularidad del templo, el nuevo escenario político nacional ( PSOE y Podemos ) acoge ya los ecos de un nuevo intento por cuestionar la huella primigenia del templo y monumento. Hecho frente al cual se acumulan las evidencias arqueológicas y textuales de arqueólogos, historiadores o arabistas consultados por ABC .

Esa es la certeza que tienen quienes han excavado el subsuelo del templo en sucesivas campañas. En la más reciente participó el arqueólogo Raimundo Ortiz , que, aunque reconoce que hasta el momento no se han podido identificar con total seguridad las estructuras susceptibles de ser interpretadas como la basílica de San Vicente, sí considera certificada la existencia de un edificio de culto cristiano -sus restos pueden contemplarse a través de un suelo acristalado- por la aparición de material arquitectónico de «indudable vinculación con espacios litúrgicos», como ladrillos con crismones propios de fundaciones episcopales y otras piezas decorativas. La misma postura la sostiene Pedro Marfil, arqueólogo que excavó el Patio de los Naranjos en los 90 localizando hasta tres fases constructivas tardoantiguas anteriores a la mezquita: una de época visigoda y otras dos del siglo VI.

Panel informativo en el interior de la Mezquita-Catedral Valerio Merino

A la teoría que defienden de forma mayoritaria arqueólogos e historidades que han bajado a las entrañas de la antigua aljama se contraponen posturas que ahora reverberan y que defienden que la historia de San Vicente es un «mito» que ha llegado a nuestros días como herencia de una tradición literaria musulmana, restando validez a los vestigios materiales hallados. Lo que en apariencia sería una disquisición más en el plano científico empieza a desprender un marcado político con el telón de fondo de la pugna por la titularidad eclesiástica de la Mezquita-Catedral. Para los defensores de que la Iglesia es la propietaria legítima del inmueble, la idea de que la aljama fuera erigida sobre un templo cristiano previo por los conquistadores musulmanes es un argumento más para afianzar su propiedad. Las voces discordantes -hasta ahora en franca minoría a la tesis principal- ponen en solfa la validez de San Vicente para criticar al poder eclesiástico y el uso de la historia.

Las fuentes escritas

Los investigadores , entre tanto, reniegan de bajar al fango político. «La Historia debe considerar el pasado sin interferencias con el presente. La función historiadora consiste en verificar el pasado a partir de sus fuentes, evitando interpretaciones interesadas hacia cualquier interés del hoy», recuerda la catedrática de Historia y Lengua Árabe de la Universidad Complutense, María Jesús Viguera . En su exhaustivo estudio de los textos árabes -que también analizó en su momento el arabista Manuel Ocaña- ha identificado menciones, más o menos detalladas, a «una iglesia que estaba en el interior de la medina de Córdoba y que hoy es el emplazamiento de su Mezquita Aljama », en relación con sucesos anteriores al año 131 de la Hégira [748-749]. Se trata, explica la experta, de noticias textuales puestas por escrito tras una primera etapa de transmisión oral. Esos acontecimientos pasarían a las crónicas dinásticas omeyas y luego a sus compendios cronísticos.

Mientras que estudiosos como Viguera entienden que, bien contextualizadas, estas fuentes deben ser tomadas muy en cuenta para la comprensión de su momento histórico, otros como el investigador del CSIC Fernando Arce o la doctora en Historia del Arte Susana Calvo creen que responden a una tradición literaria musulmana que tiene su espejo en la mezquita de Damasco, que son textos propagandísticos en los que se quiere mostrar a Abderramán I como un «príncipe piadoso» y «magnánimo», al negociar con los cristianos conquistados la expropiación del templo.

Visitantes sobre los restos hallados en el subsuelo Valerio Merino

Las críticas a su carácter «tardío» se las reprochan arqueólogos como Raimundo Ortiz , que recuerda que filólogos arabistas defienden la veracidad y el valor de esos escritos y que su datación «no es en absoluto óbice para negar su fiabilidad». En esta línea, Viguera sostiene que las fuentes «indican claramente su transmisión desde fuentes anteriores, como es el caso de la compilación de al-Maqqari: ‘los musulmanes partieron con los cristianos de Córdoba su iglesia mayor, que estaba dentro de la medina, junto a la muralla, a cuya iglesia llamaban de San Vicente ’».

Primeros trabajos

Fueron Félix Hernández y Manuel Ocaña los primeros en establecer contacto con las entrañas de la Mezquita-Catedral en busca de pistas sobre la extinta basílica de San Vicente. Lo hicieron en tres puntos: junto a la Puerta de San Esteban , en el ángulo noroeste del Patio de los Naranjos y en el interior de la sala de oración. Los resultados no llegaron a publicarse -la Guerra Civil frenó al país entero- y el material disponible, que se conserva en el archivo del Museo Arqueológico , es escaso aunque ha servido de base a todos los trabajos realizados con posterioridad.

La que fuera directora del museo cordobés, Ana María Vicent, publicó en su «Perfil científico y humano de D. Félix Hernández» apreciaciones realizadas por el arqueólogo en las que le manifestaba la «perplejidad» que le supusieron los hallazgos bajo la antigua Mezquita porque no encontró elementos para certificar que allí hubo un edificio litúrgico paleocristiano o visigodo. Sí encontró restos preislámicos en el patio, «uno de los cuales fue interpretado por don Samuel de los Santos como perteneciente a una iglesia de ábsides afrontados» que podrían pertenecer a época tardorromana.

Hay que tener en cuenta que entonces se buscaba una gran basílica cuyas dimensiones corresponderían a las de la aljama. La perspectiva cambió con las investigaciones sucesivas. Los arqueólogos Alberto León y Juan Murillo (titular del Ayuntamiento de Córdoba) defienden en «El complejo civil tardoantiguo de Córdoba y su continuidad en el Alcázar Omeya» (2002) que «frente a la tendencia historiográfica tradicional que ha venido considerando este ámbito urbano focalizado en torno a la basílica de San Vicente , la entidad y extensión de las estructuras documentadas inducen a pensar que el conjunto episcopal cordobés resultaba mucho más extenso y complejo», con departamentos residenciales y administrativos.

Piezas expuestas en la Mezquita-Catedral Valerio Merino

Al respecto, Pedro Marfil defiende que Hernández «no llegó a identificar como paleocristianos los restos anteriores a época visigoda, perdiéndose por tanto la perspectiva de la evolución de San Vicente». La existencia de ladrillos con inscripción en la fábrica de uno de los muros asociados a los pavimentos musivos confirma, según el arqueólogo, el carácter paleocristiano del origen de la sede catedralicia. Por otro lado, en las campañas de los años 30 se pudieron recuperar piezas de carácter cristiano, entre ellas las que ahora se exponen en el interior de la Mezquita-Catedral, y mosaicos con motivos cristianos, entre ellos «una cruz, una crátera floreada flanqueada por una paloma y una corona de espinas, que simbolizan al Espíritu Santo y al martirio», según Marfil.

También para la arqueóloga de la Universidad de la Provenza Isabel Sánchez Ramos , los mosaicos hallados en la sala de oración de Abderramán I y los muros y suelos recuperados en el Patio de los Naranjos «podrían estar ya manifestando la existencia de una ocupación sacra, anterior a aquellos espacios litúrgicos mejor definidos del conjunto episcopal, que es posible se sitúen en el siglo VI».

A tenor de todos estos hallazgos, historiadores como Rafael Sánchez Saus abogan por no dar pábulo a investigaciones no basadas directamente en las excavaciones, y descarta que el resultado final pueda tener cualquier tipo de importancia para el debate sobre la titularidad del templo.

Lo que resulta evidente es que el subsuelo de la Mezquita-Catedral aún guarda valiosos secretos sobre la evolución urbanística de la ciudad. Las memorias árabes hablan de una iglesia que hubo que expropiar para levantar y ampliar la aljama, y bajo su pavimento se halló material de carácter paleocristiano y una estructura que se relaciona con el antiguo complejo episcopal . Falta aún, admite Raimundo Ortiz, un «estudio detenido, sistemático y exhaustivo» que permita identificar las estructuras concretas.

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