Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO

El embudo

El ínclito García y su banda honran en la Gerencia de Urbanismo a Lope de Vega: ni hace ni deja hacer

Francisco J. Poyato
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La Gerencia de Urbanismo se está convirtiendo en un gran obstáculo para el flujo creciente de actividad que está habiendo en Córdoba en los últimos años. El concejal García y su banda, hombre de letras, se ha echado en manos de Lope de Vega. Urbanismo ni hace ni deja hacer, al modo de «El perro del hortelano». Aunque en las hemerotecas queden gruesos casos de lo que Izquierda Unida sí dejó levantar en su día... Y ahí sigue, sin licencia, sin que se cobre la multa más grande jamás contada, sin uso. La demora en la tramitación de centenares de expedientes de licencias para nuevos negocios no responde al vicio común del error, la trampa o el desconocimiento (que los habrá) por parte de quienes desfilan por la colmena de despachos de esta torre de marfil que creó Mellado -y han venido consolidando año tras año todos sus predecesores- esperando el sello de gracia o la lenta muerte en el bucle burocrático.

El temor a aparecer en el periódico denunciando situaciones en algún punto kafkianas sí responde al letal chantaje que se practica: el viaje del expediente al principio o al final del montón. Al olvido infinito. Porque el tiempo en Urbanismo cuesta muy caro, y si no que se le pregunten a las decenas y decenas de empresarios, autónomos, profesionales liberales o simples comunidades de vecinos, entre otros, que se ven inmersos en este embudo anestésico que marca el ritmo real de una ciudad que quiere andar pero no la dejan.

El atasco de permisos para abrir una hamburguesería, un edificio de apartamentos turísticos, un bar, un asador de pollos, arreglar la fachada de un bloque, levantar un edificio de viviendas, poner el ascensor o abrir un locutorio para manicura -lo que de verdad mueve la vida diaria de cualquier ciudad- obedece a un cóctel de factores aliados desde hace tiempo en este contrapoder (o incluso poder real). Un problema estructural en su plantilla. Una guerra de guerrillas interna (incluso externa con otros organismos) entre el cuerpo laboral y funcionarial de la misma barnizadas con una manita de ideología. O el tancredismo político imperante en su cúpula bajo unos criterios inmovilistas, sectarios en la práctica urbanística, cargados de prejuicios y sin eficiencia alguna. Todo ello apoyado en el silencio cómplice de quienes, desgraciadamente, optan por tragar carros y carretas para no verse arruinados o prefieren jugar al ventajismo. El organismo que está llamado a cooperar en el desarrollo de la actividad se convierte en su principal adversario. Eso sí, la máquina recaudadora de tasas por licencias aumenta sus dígitos con el paso del tiempo.

Durante los últimos quince años, y con todos los partidos al frente, se ha optado por aumentar una plantilla sin rangos funcionariales, lo que implica cercenar competencias cruciales en un expediente y que no las pueden acometer por ley quienes no tienen esa categoría. Además, se ha mantenido una estructura desequilibrada e inamovible al devenir de los acontecimientos. Si en los últimos años la actividad no está tanto en los grandes proyectos como sí en la pequeña y mediana actividad, sería lógico reforzar esta parcela con efectivos que ven pasar los días en sus mesas sin apenas tarea, mientras que servicios como Licencias, sobrecargados, están funcionando con lo mínimo. Es puro sentido común.

Aún así, la guillotina política es la que practica el golpe certero. En lo que llevamos de mandato hemos hablado más de lo que se pretende destruir que de lo que se pretende hacer. De cómo echar a la cementera Cosmos, boicotear al imperio yankee de la hamburguesa, cargarse un parque tecnológico bloqueando un centro comercial o practicar el urbanismo anticlerical con la Mezquita o la reforma del Palacio Episcopal..., que de nuevas inversiones, proyectos o actividades que pueblen el paisaje. Un futuro a cuentagotas.

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