Aris Moreno - Perdonen las molestias

Un economista en la otra orilla

Loring es la prueba de que las finanzas sin humanismo son apenas una operación contable. La Junta, al fin, reconoce su figura

Aris Moreno
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LA última vez que entrevistamos a Jaime Loring un desorden de carpetas y papeles gobernaba su escritorio. Nos recibió en un austero piso del centro de Córdoba, sede de una organización no gubernamental que ayuda a niños psicodeficientes, prostitutas y toxicómanos. A sus 85 años, cada mañana todavía se sienta en este destartalado despacho, enciende el ordenador y pone su granito de arena en la administración de las cuentas de Iemakaie. Jaime Loring es profesor de teoría económica. Uno de los más reputados. Quiere decirse que podría haber dedicado su contrastada competencia profesional a multiplicar el dividendo de cualquier multinacional. Lo hacen muchos economistas. Miles. Con compensaciones dinerarias, por cierto, francamente jugosas.

Por lo que se ve, este jesuita nacido en Madrid en 1929 nunca tuvo esa tentación.

Su hoja de servicios dice que siempre entregó su sabiduría al servicio de causas menos crematísticas. Para empezar, fue fundador en 1962 de una de las primeras escuelas de formación agraria de Andalucía. No es un dato menor. En una región como la andaluza azotada secularmente por el subdesarrollo y la desigualdad, es un acto de generosidad ayudar a sacar de la postración el campo andaluz. Aquella modesta iniciativa académica se convirtió con los años en reputada factoría de administradores de empresas, formados bajo el aliento del humanismo cristiano.

Ese compromiso moral ha atravesado de punta a cabo su biografía. El mismo que lo empujó a cruzar el Atlántico en 1979 para iniciar una fecunda relación con Centroamérica donde contribuyó a poner en marcha proyectos de cooperación al desarrollo en una de las zonas más deprimidas del planeta. Allí colaboró estrechamente con Ignacio Ellacuría, el jesuita asesinado años más tarde por las cañerías del Ejército salvadoreño.

Desde entonces, no ha parado de trabajar incansable en favor de los más vulnerables. En Córdoba y en Centroamérica. Ha puesto toda su capacidad intelectual en desmontar los efectos perversos de un sistema que deja en la cuneta a millones de seres humanos. En eso se muestra severo. Inclemente. Y pone sobre la mesa un torrente arrollador de cifras para apuntalar su crítica feroz al modelo de desarrollo económico imperante.

Nada más comenzar aquella conversación que apenas duró 40 o 50 minutos esgrimió un dato demoledor. 65 personas poseen en el planeta tanta riqueza como 3.750 millones de pobres. A partir de esa cifra cualquier argumento palidece. Podremos hablar de la amenaza del déficit público, de la balanza por cuenta corriente o de las expectativas de crecimiento del PIB. De acuerdo. Pero un modelo socioeconómico que genera una desigualdad tan obscena deja poco margen a las matizaciones.

«¿En virtud de qué en España tenemos escuelas y hospitales y cien kilómetros más abajo no tienen nada? Son seres humanos como nosotros», interrogaba en la soledad de aquella habitación modesta. Un economista no se hace semejantes preguntas. Lo normal es que se devane los sesos en cuadrar magnitudes macroeconómicas o anticipar las fluctuaciones en Bolsa. Pero hablamos de Jaime Loring. Un profesor de teoría económica que no entiende las finanzas si no es como instrumento para combatir las desigualdades.

La Junta acaba de otorgar la Medalla de Oro de Andalucía a este octogenario jesuita, tenaz e insobornable fustigador contra la injusticia. Si creen que con este galardón institucional van a atemperar su espíritu insurrecto, desde luego, van ustedes listos.

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