Tribuna libre

La curiosa historia del «martirio voluntario» de San Fandila en Córdoba

Entre los años 850 y 860 perecieron medio centenar de cristianos en la ciudad conquistada por los omeyas

Pintura de San Fandila en el Museo Nacional del Virreinato de México ABC

Antonio Reyes Martínez

Tras la conquista musulmana de la Península Ibérica, Córdoba se convirtió rápidamente en la capital del estado andalusí, hecho que le configuró un gran esplendor científico, artístico y literario que aún perdura. Las huellas del pasado sirven para conocer su compleja existencia entrelazada de la cultura musulmana, cristiana y judía. Las calles angostas y sus plazas de ensueño fueron testigos de uno de los episodios más oscuros que marcaron la historia de Al-Ándalus, el de los llamados «mártires voluntarios» .

Han corrido auténticos ríos de tinta para intentar explicar unos episodios que a ojos del hombre del siglo XXI pueden resultar del todo ilógicos e irracionales. Los martirios voluntarios acaecieron entre los años 850-860 , en los que perecieron alrededor de medio centenar de cristianos , hombres y mujeres de diferente estrato social, aunque especialmente, pertenecientes al ámbito eclesiástico.

Estela de San Eulogio

Todo movimiento contra el sistema imperante se alimenta de una creciente insatisfacción que, en el caso de los mártires de Córdoba , derivaba de la evidente represión que empezó a ejercerse contra los cristianos durante el gobierno de Abderramán II . Las condiciones para esta comunidad empeoraron con su sucesor Muhammad I, ordenando la expulsión del palacio de todos aquellos cristianos que ejercían cualquier tipo de cargo, destruyendo iglesias de reciente construcción y limitando el culto en las antiguas existentes.

La segunda característica de todo movimiento es la existencia de un ideólogo que «guíe» a la minoría insatisfecha , he aquí donde surge la figura de Eulogio, un clérigo que alentó el movimiento hasta su propio martirio , sucedido en el año 859, y que fue también el encargado de narrar en la obra «Memoriale Santorum» la particular pasión de cada una de estas víctimas.

Uno de los primeros en inaugurar la «vía martirial» fue un joven llamado Fandila, natural de Wadi-as, actual Guadix (Granada), de cuya trayectoria eclesiástica sabemos que inicialmente profesó en el monasterio de Tábanos y, posteriormente, pasó al de San Salvador de Peñamelaria donde ejerció virtuosamente el oficio de sacerdote. Tanto Tábanos como Peñamelaria se situaban en la periferia cordobesa , en la zona de la sierra, y ambos eran centros monásticos mixtos, de hombres y mujeres, y de cuyas paredes salieron gran parte de los que buscaron el martirio.

Relieve en la sillería de la Catedral de Córdoba con San Fandila

Fandila dio testimonio de su fe y ejerció su protesta pacífica ante el cadí, pues a diferencia de cualquier otro levantamiento social, «el movimiento» fue totalmente pacifista, siguiendo el ejemplo de los primitivos mártires . Tras las injurias que profirió contra Mahoma, acusándolo de falso profeta y contra el islam, denunciando la falsedad de esta religión, fue condenado por blasfemia, delito castigado con la muerte por decapitación. Permaneció encarcelado transitoriamente hasta que se ejecutó su sentencia el día 13 de junio del 853 . Su cuerpo fue colgado junto al río y tras ser quemado, sus cenizas fueron arrojadas al Guadalquivir para evitar así que los cristianos pudieran enterrarlo y venerar sus reliquias.

La valentía de Fandila fue seguida por otros muchos como Amador, Félix, Benilde, Laura, o Rodrigo (Cabra) , aunque tras el martirio de Eulogio el movimiento cesó . Las causas que explican estos martirios se encuentran en el complejo contexto histórico del momento y no pueden reducirse simplemente a una vocación suicida de sus protagonistas. Además de las medidas represivas del estado islámico hacia los cristianos, existió entre estos un verdadero sentimiento de profunda amargura al contemplar el declive de la iglesia y de la cultura latina , frente a un islam en auge. Los mártires, a la desesperada, buscaron la reacción del resto de la comunidad mozárabe, que basculaba entre la resignación y el conformismo.

Tras la conquista de Córdoba en 1236 y la reinstauración eclesiástica, San Fandila y el resto de los mártires, empezaron a recibir culto en Córdoba . Guadix tuvo conocimiento de su «ilustre paisano» gracias a una carta que el cronista Ambrosio de Morales envió al obispo que regía la diócesis accitana en aquellos momentos, Juan Alonso de Moscoso, en la que le indicaba que este santo era natural de Guadix. A partir de este momento su culto se extendió por la zona, aumentando por la atribución de diferentes milagros.

Iglesia de San Fandila en Querétaro (México)

A lo largo de la Edad Moderna la devoción a Fandila traspasó el Atlántico y arraigó fuertemente en México y, aunque a día de hoy, es minoritaria, todavía está presente en el Estado de Querétaro, donde encontramos el municipio de San Fandila, que tiene su origen en una hacienda construida en 1918, bautizada con este nombre por deseo de la esposa del hacendado, devota del Santo y natural de Guadix.

Culto actual

La materialización artística de esta devoción en España es minoritaria, al tratarse de un santo de carácter local. En la catedral de Guadix cuenta con una capilla barroca situada detrás de la girola. La catedral de Córdoba contaba con un cuadro, actualmente desaparecido, aunque podemos contemplar un bajorrelieve del santo en la sillería del coro, obra de Duque Cornejo . En México hay constancia de su culto en Parras de la Fuente (Estado de Coahuila) y en el referido municipio de San Fandila, en Pedro Escobedo (Estado de Querétaro ). También se conservan representaciones suyas en el Museo Nacional del Virreinato y en la Biblioteca Nacional Novohispana.

Este santo es presentado habitualmente como un monje joven , vestido con el hábito benedictino , con un puñal y espada clavada en el cuello, recreando su muerte por decapitación y una palma en la mano símbolo del martirio. Igualmente, puede aparecer con unas espigas de trigo, pues tradicionalmente se le invocaba para evitar los daños que las tormentas de granizo ocasionaban en las cosechas.

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