Perdonen las molestias

Cuerpo a tierra

Dejar las bicicletas en los aparcabicis está bien si hubiese aparcabicis

'Juanma', por José Javier Amorós

Un hombre descansa junto a una bici Valerio merino
Aristóteles Moreno

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El señor concejal de Retromovilidad acaba de publicar una nueva ordenanza. Lo cual, ya de entrada, resulta una temeridad. A partir de ahora, las bicicletas no se podrán atar ni en árboles, ni en señales de tráfico, ni en bancos, ni en papeleras, ni en ningún otro elemento del mobiliario urbano. Solo podrán hacerlo en los aparcabicis habilitados específicamente para ello. La idea nos parece impecable en una ciudad del siglo XXI. Y ya nos parecería la repanocha si hubiera aparcabicis.

Usted me dirá, con razón, que aparcabicis hay . Y, en efecto, así es. Otra cosa es encontrarlos. Ahí ya la normativa encaja regular con la realidad concreta sobre el terreno. Regular bajo, para ser exactos. Y, si para aparcar la bicicleta te tienes que recorrer media Córdoba y tres cuartos, lo mismo te sale más económico pillarte un Seat Arona de tracción delantera y caja de cambios DSG de doble embrague. Que es, quizás, lo que el señor concejal del ramo pretende a golpe de ordenanzas de tráfico.

No dudamos del compromiso del señor Torrico con los objetivos del desarrollo sostenible y las ciudades libres de emisiones. Pero hay días, desde luego, en que no lo parece. Cada vez que promulga una ordenanza de movilidad, los bicicleteros tenemos que echar el cuerpo a tierra. Si no se escapa una metralla que prohíbe a las bicis circular por zonas peatonales, nos da un tiro de gracia con los aparcabicis invisibles del callejero urbano. El último parking para bicicletas que colocaron en la biblioteca de nunca acabar de los Jardines de Agricultura, por cierto, es un artilugio antediluviano al que, con suerte, se puede amarrar un triciclo para niños. No sé si me explico correctamente.

La bicicleta es un artefacto que pesa siete kilos, mide un metro y medio de longitud, circula a 15 kilómetros por hora , no contamina, consume cero energía, es silenciosa y genera beneficios incuantificables en términos de salud pública. En Europa son el transporte del futuro. En Europa, queremos decir. Si el señor concejal del ramo persiguiera el transporte individual a motor con la misma saña con que hostiga a las bicicletas y los patinetes tendríamos ya una ciudad de la hostia en línea con los objetivos del tercer milenio. Tirando por lo bajo.

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