Una serie alicantina disecciona el drama del abuso sexual infantil

«Princesa Rota» rueda con víctimas reales en escenas montadas sin contacto con el adulto

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«Los monstruos nos rodean» y en ocasiones quedan impunes. Es el poso que deja la serie «Princesa Rota» en su director, Fernando Corta, y el que quiere transmitir a los espectadores que pronto podrán seguirla en televisión en toda España, a partir de enero. Esos seres que actúan con crueldad con los más débiles, los menores de edad, están hoy de actualidad –por desgracia, ya que no deberían existir– en el Día Mundial para la Prevención de los Abusos Sexuales en la Infancia.

Si la primera temporada se centró en retratar la prostitución y esclavitud sexual, y ha llegado a contar con 35.000 seguidores en Facebook, la segunda se orienta más al thriller, es «más policial y con un lenguaje más de serie», define su realizador, que ha trabajado en localizaciones en Elche, San Vicente del Raspeig y otros puntos de la provincia, con apoyo institucional y empresarial.

Entre sus personajes –en aras del mayor realismo– cuenta con víctimas reales de abusos sexuales infantiles. En cualquier caso, las escenas más escabrosas se han montado con agresor y víctima filmados por separado: gracias a la tecnología, no hizo falta un contacto físico entre menor y adulto.

Uno de los actores principales, Francisco Escribano, que encarna al protagonista más depravado de la serie, recuerda en especial la dureza y dificultad de meterse en situación en una escena en la que tocaba a una niña.

Tráfico de órganos

La difusión creciente a través de la cadena televisiva Tribo, que desde hace semanas va extendiendo sus emisiones por zonas del país hasta completar todo el territorio, y en streaming de forma simultánea, les ha reportado respuestas de seguidores en México, Venezuela y otros países.

También han suscitado el interés de algunas víctimas de abusos, que se han sentido identificadas con la trama. De hecho, el equipo de «Princesa Rota» también mantiene contacto con la asociación de apoyo para estos casos. Ahora, su director quiere ampliar miras en su vocación de concienciar a la opinión pública y alertar también de la lacra del tráfico de órganos a escala planetaria.

Además, ahonda en las repercusiones psicológicas de los abusos sexuales, que van más allá de estos comportamientos al producirse, ser descubiertos y juzgados. Al tratarse de un familiar directo o alguien muy allegado –recuerda Corta– luego queda el panorama de un hogar destruido, en el que sus miembros no se pueden mirar a la cara. «A veces ocurre, incluso, que una hija se siente culpable porque cree que fue ella quien provocó a su padre», señala a modo de ejemplo este realizador, que se ha documentado ampliamente para la serie.

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