Desde 2007, 300.000 voluntarios sanos han participado en este tipo de ensayos con medicamentos en Europa, sin que haya habido, hasta el caso de Francia, ningún incidente grave
Desde 2007, 300.000 voluntarios sanos han participado en este tipo de ensayos con medicamentos en Europa, sin que haya habido, hasta el caso de Francia, ningún incidente grave - FOTOLIA
Entrevista a César Hernández, de la Agencia Española de Medicamentos

«Al probar un medicamento existe un riesgo que es imposible de minimizar»

Un ensayo clínico con un fármaco experimental con voluntarios sanos dejó un fallecido y cinco personas en estado grave en Francia

César Hernández, director del departamento de Medicamentos de Uso Humano de la AEMPS, considera que se trata de una situación excepcional y que en España la seguridad de los voluntarios sanos está garantizada

MADRID Actualizado: Guardar
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Desde el año 2007 se han autorizado en Europa más de 12.000 ensayos clínicos de fase I. En este tipo de estudios, lo más habitual es que personas sanas prueben medicamentos experimentales o nuevos tratamientos para comprobar si tienen efectos adversos. Desde esa fecha, han participado en este tipo de estudios alrededor de 300.000 voluntarios, también conocidos como « cobayas humanas».

El pasado 15 de enero, uno de estos experimentos rutinarios acabó de forma abrupta, cuando seis personas tuvieron que ser ingresadas en Francia por las reacciones adversas a un nuevo medicamento probado por Biotrial e impulsado por la compañía Bial. Cinco resultaron heridas graves y una falleció. César Hernández, jefe del departamento de Medicamentos de Uso Humano de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, encargado de evaluar y autorizar medicamentos y tratamientos en España, considera que lo ocurrido en Francia es excepcional y que en España la seguridad de estos ensayos está garantizada.

En su opinión, la motivación económica nunca afecta a la seguridad de estas práticas.

-¿Le sorprendió el accidente ocurrido en Francia durante los ensayos de la compañía Biotrial?

Nos ha sorprendido a todos. Es un caso excepcional, muy grave y trágico. Nadie dentro del sistema regulador de medicamentos recuerda un caso similar.

-Por lo que se sabe hasta ahora, ¿qué pudo salir mal?

Aún se está investigando. Una hipótesis es que hubiera un metabolito –un compuesto producido al procesar el medicamento– que no se hubiera detectado antes y que apareciera a partir de ciertas concentraciones de fármaco, de forma abrupta. Otra opción es que este compuesto ejerciera efectos fuera del a diana, no solo sobre el sistema enzimático para el que estaba diseñado. Sea como sea, en este caso, los experimentos previos en modelos animales estaban hechos de forma correcta y no se detectó nada de esto.

-¿Podría ser que hubiera que adaptar la legislación española después de este suceso para evitar incidentes similares?

No es una cuestión de legislación sino de directrices. En todo caso, se trata de un problema muy excepcional ligado a un compuesto muy concreto. La legislación es la misma en toda Europa. El matiz está en que las reacciones adversas, graves e inesperadas, han de notificarse inmediatamente –el investigador, que dirige el ensayo, al promotor, la empresa u organismo que impulsa el desarrollo del mismo–. Esta notificación tiene que ser inmediata, salvo que el investigador achaque las reacciones adversas a algo distinto del ensayo. En este caso –en el que al parecer pasaron varios días hasta la notificación– no sabemos con detalle cuál fue el proceso.

-¿Está la seguridad de las «cobayas» humanas garantizada en España?

Sí, los voluntarios sanos pueden estar tranquilos, pero eso no quiere decir que no exista un determinado riesgo que es imposible de minimizar. Pero en comparación con la cantidad de ensayos que se realizan, la cantidad de casos adversos es absolutamente despreciable. Por eso el caso de Francia ha aslido a la palestra y ha supuesto una revolución.

-¿Es la fase I la más peligrosa?

En realidad las fases I en las que se prueban moléculas totalmente nuevas son solo la tercera parte de las que se hacen. También se trabaja con moléculas conocidas, como el ibuprofeno. Pero, cuando se trabaja con una nueva molécula, se evalúan los datos de la fase preclínica, obtenidos en estudios en modelos animales y celulares. En estos casos se pide información acerca de la composición de la molécula y sobre los metabolitos que podrían aparecer. También se evalúa el propio protocolo del ensayo, desde el modo de administración a las medidas de seguridad necesarias para minimizar riesgos y efectos adversos.

-La crisis ha cambiado el perfil de los voluntarios sanos?

Sinceramente, creo que no. Los ensayos clínicos de fase I han aumentado en España, pero no porque haya más voluntarios, sino porque ese tipo de investigaciones se incrementan en sistemas de salud que funcionan bien. La mayor parte de los ensayos de fase I con voluntarios sanos se hacen dentro del ámbito académico, muchos de ellos con personal sanitario y studiantes de carreras de esa rama. En otros países esta práctica es menos académica y está más profesinalizada, y ahí si entra más en juego el aspecto económico. Pero en España no creo que esta sea la situación.

Los comités de ética evalúan las compensaciones económicas, para evitar que el dinero sea la motivación. En España el ambiente es altruista, aunque las compensaciones económicas sean bien recibidas. Además se vigila que no se haya participado en varios ensayos.

-¿Y por qué cree que los experimentos con humanos tienen mala prensa?

Por cuestiones culturales e históricas. La investigación clínica ha tenido que luchar con prácticas que no tenían nada que ver con la investigación, como ocurrió en Alemania. Esto tiene consecuencias que se viven hoy en los comités éticos.

La realidad es que el desarrollo de nuevos medicamentos y la búsqueda de mejores alternativas a los tratamientos pasan por pruebas científicas que se llaman ensayos clínicos. Mucha gente participa, con el ánimo de acceder a nuevos medicamentos o con intención altruista. Yo no creo que la principal motivación sea económica. Si me pagan algo, bienvenido sea, pero insisto, esto no puede convertirse en una forma de vida, ni en la principal motivación.

-Recientemente, se ha modificado la legislación para incluir a los usuarios en los comités éticos de ensayos clínicos y para mejorar la transparencia. ¿Para qué se ha hecho todo esto?

El objetivo es alinearse con la legislación que está en marcha en Europa desde 2014 para ser más competitivos y agilizar algunos procesos. En algunos comités ya había personas legas, ajenas al ámbito sanitario, para proteger los intereses de los pacientes, pero ahora será obligatorio. Para mejorar la transparencia, se trabajará en el registro de ensayos clínicos, para conseguir que los pacientes puedan encontrar la información que necesitan respecto a su salud o en el caso de enfermedades raras, etc. A veces la única oportunidad de un paciente de tener a acceso a un medicamento es a través de estas situaciones, que además generan conocimiento para el sistema.

-¿Goza este sistema de buena salud?

Yo diría que sí. La tendencia en España es de autorizar a año a año más ensayos con meidicamentos, para desarrollar nuevos fármacos, y para buscar nuevos usos o comparar su eficacia con otros. Esto es importante para que los médicos y los pacientes tomen las mejores decisiones.

El objetivo de todo esto no es autorizar nuevos medicamentos, puesto que para eso valdría con los ensayos que se hacen en otros países. La finalidad es generar conocimiento sobre la asistencia a pacientes y fortalecer el tejido científico. Además, para tomar decisiones siempre es mejor saber que no saber.

Por ejemplo, durante mucho tiempo no se han hecho ensayos clínicos en niños como medida de protección, pero ahora se piensa lo contrario, porque no se quiere usar medicamentos en niños sin antes haber hecho una serie de pruebas.

Al final, el objetivo de los ensayos es el conocimiento y la mejora de la asistencia. Y en España tenemos excelentes profesionales para ello.

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