El Papa Francisco desata el entusiasmo popular en Uganda

Desde el santuario de los primeros mártires elogia su valentía evangélica en «tiempos peligrosos»

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En apenas cuatro días, Francisco se ha convertido en «el Papa de los africanos», cristianos y musulmanes por igual. Como hicieron los líderes musulmanes en Kenia, los de Uganda también le han dado la bienvenida, mientras que el líder islámico de la República Centroafricana colabora continuamente con el arzobispo de Bangui y el líder de los evangélicos para devolver la paz al país.

Pero lo más impresionante es el entusiasmo popular, que en Uganda supera incluso al de Kenia. Se nota mucho que es un país más pobre, pero la gente es más espontánea, y manifiesta su alegría cantando y bailando a la mínima oportunidad.

Las trescientas mil personas que esta mañana se apretujaban en los alrededores del santuario de los mártires de Uganda durante la misa con el Papa estaban felices y radiantes.

La exuberante acogida popular había comenzado ya el viernes por la noche cuando cientos de miles de personas le aplaudieron a lo largo de todo el trayecto de cuarenta kilómetros desde del aeropuerto de Entebbe hasta Kampala, a pesar de que los pueblecitos carecen de luz eléctrica.

El Papa Francisco dedicó la mañana del sábado a rendir homenaje a los mártires de Uganda en los dos santuarios que se alzan en el lugar donde Carlos Lwanga, jefe de los pajes del rey Mwanga II, y sus veinticinco compañeros -cristianos católicos y anglicanos- fueron quemados vivos por orden del monarca el 3 de junio de 1886. Era el primer martirio moderno en África subsahariana y el comienzo de una gran expansión del cristianismo en África negra, que continua hasta hoy gracias al rápido crecimiento demográfico del continente.

Vuvuzelas, tambores y aplausos

El Santo padre acudió primero al santuario de los cuatro mártires anglicanos, donde los cuarenta obispos anglicanos ugandeses le dieron una bienvenida de hermano. Francisco recorrió despacio las esculturas que recuerdan aquel episodio de ensañamiento con cristianos apenas bautizados y muy jóvenes.

Probablemente porque no sabía que tiene gran dificultad para arrodillarse, el responsable del santuario anglicano había preparado un reclinatorio para el Papa. Francisco comenzó a rezar en silencio de pie, pero al poco se arrodilló con mucho esfuerzo y permaneció así tres minutos hasta levantarse apoyándose en la barandilla y los brazos.

A continuación se desplazó hasta el cercano santuario de los 22 mártires católicos, que tiene la forma de una gran tienda cónica, como las tradicionales en la zona. Las vuvuzelas, tambores, aplausos, vivas y potentísimos gritos de entusiasmo, creaban un estruendo de felicidad y alegría. Todo el mundo bailaba: o en los grupos de danzas tradicionales, o en el propio sitio.

Alegría arrolladora

No fue fácil lograr silencio para empezar la misa al aire libre que, en diversos momentos estallaba en una alegría arrolladora. El aleluya que precede al Evangelio no solo se canta sino que se baila. Y el ritmo de las mujeres con preciosos vestidos tradicionales contagiaba a todos.

El Papa comenzó su homilía recordando «a los mártires anglicanos, cuya muerte por Cristo da testimonio del ecumenismo de la sangre». Comentó también que «el don del Espíritu Santo se nos da para compartirlo».

En esa línea recordó el ejemplo de «Joseph Mkasa (el primer mártir en orden cronológico) y Charles Lwanga que, después de haber sido instruidos por otros en la fe, transmitieron a su vez el don recibido. Lo hicieron en tiempos peligrosos». Sus palabras llevaban a pensar en los mártires de nuestros días, especialmente en Oriente Medio, pero también en algunos países de Asia y África.

El segundo encuentro multitudinario del sábado será, por la tarde, la cita con decenas de miles de jóvenes en el antiguo aeropuerto de Kololo.

El programa del Papa incluye después la visita a una casa de caridad católica que aloja a un centenar largo de personas de todas las religiones, y no sólo de Uganda sino también de cinco países vecinos.

La agotadora jornada concluirá, entrada la noche, en la catedral de Kampala, donde el Papa se reunirá con sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas, que son la gran fuerza de la evangelización del país.

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