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Ban Ki Moon, Barack Obama y François Hollande en una fotografia tomada hoy - AFP

Nadie sabe quién pagará los 100.000 millones anuales de la transición ecológica mundial

A pesar del carácter histórico que se le ha dado a la Conferencia del Clima de París (COP 21), nadie ha aclarado quién hará frente al coste de tomar las medidas que hoy se ven como necesarias o si los acuerdos deben ser vinculantes

PARÍS Actualizado: Guardar
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El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, François Hollande, Barack Obama, Vladimir Putin, Angela Merkel, Narenda Modi y Xi Jinping, entre los 196 jefes de Estado y gobierno de cinco continentes presentes en la apertura de los trabajos de la COP21, en Le Bourget, al norte de París, la mañana del lunes, insistieron en el carácter «histórico» de la conferencia. Pero nadie deseó aclarar quién pagará los 100.000 millones de dólares anuales que pudiera costar la «transición energética» de los países pobres o menos desarrollados, a partir del 2020.

Con la excepción del presidente ruso, todos los grandes establecieron alguna forma de relación entre los dos grandes desafíos del momento: terrorismo islámico y cambio climático.

Ban Ki-moon comenzó pidiendo un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas de los atentados terroristas del pasado día 13, en París.

Anfitrión de la cumbre, el presidente Hollande comenzó dramatizando voluntariamente el alcance «histórico» de la COP21: «Jamás una reunión internacional había reunido en una sola tribuna a tantos Estados para trabajar juntos en un desafío tan grave que afecta al destino de nuestro planeta».

A juicio del presidente francés, tres condiciones permitirán «medir» o evaluar el triunfo o el fracaso de la COP21:

Primera condición. «Debemos alcanzar el compromiso creíble que respete un máximo del 2 % de calentamiento climático, incluso «debemos aspirar» al 1,5 %. Al mismo tiempo, será necesario negociar un mecanismo de revisión de nuestros proyectos, cada cinco años».

Segunda condición. «Debemos dar una respuesta solidaria en nombre de la justicia ecológica. Los países ricos son los más contaminantes. Deben, debemos ayudar a los países más pobres».

Tercera condición: «El acuerdo debe ser universal, diferenciado y vinculante. Los países más desarrollados deben asumir su responsabilidad histórica. Los países emergentes deben acelerar su transición energética, pero debe ser ayudados, acompañados».

La postura de los líderes

Barack Obama insistió en la gravedad de la amenaza terrorista para tratar el tema ecológico en un terreno voluntariamente generalista: « Los EE. UU. reconocen su papel en la génesis del problema del calentamiento climático. Y asumimos nuestra responsabilidades para un acuerdo que permita conjugar crecimiento y defensa del medio ambiente». Pero el presidente norteamericano no deseó aclarar si Washington aceptará o no aceptará un «compromiso vinculante».

Vladimir Putin dijo desear un «acuerdo global, eficaz e igualitario». Pero los calendarios rusos de recortes de emisiones y acciones en favor de una transición energética quedan diluidos en una profunda penumbra verbal, sin compromisos vinculantes ni ayudas financieras cifradas de ninguna manera.

Xi Jinping pidió a los países desarrollados que estén «a la altura de los compromisos adquiridos». Traducido del chino mandarín al español coloquial, esa terminología elíptica del presidente chino quiere decir algo muy claro, sencillo y exigente: Pekín (primera potencia contaminante del mundo) pide a los países ricos que «movilicen» 100.000 millones de dólares anuales para financiar proyectos ecológicos en los países pobres. China, gran potencia planetaria emergente, se exonera así misma de las ayudas que reclama a los EE. UU. y Europa.

Narenda Modi, primer ministro indio, hizo reivindicaciones muy semejantes, recordando que su país / continente todavía tiene 300 millones de pobres que ni siquiera tienen acceso a la electricidad. Modi lidera la exigencia de una «justicia ecológica mundial», que, a su modo de ver, debe comenzar por un reparto variable de los recortes de emisiones y unas ayudas financieras masivas del Norte hacia el Sur.

Entre los grandes países europeos, solo Angela Merkel asumió la demanda más importante de los países pobres, insistiendo en que los países ricos deben cumplir su promesa de transferir 100.000 millones de dólares anuales, «a partir de 2020», a los países pobres, con el fin de facilitar una transición energética mundial.

No todos los miembros de la UE comparten el mismo entusiasmo de la canciller de Alemania, en el terreno de las transferencias esenciales, que consideran «indispensables» muchos países africanos, asiáticos y americanos.

Anfitrión, el presidente Hollande terminó el discurso de apertura de la Conferencia insistiendo en su dimensión planetaria del acontecimiento: «En París se decidirá el futuro del planeta. Debemos sentar los cimientos de una profunda mutación mundial. Se trata obligación moral y de una oportunidad mundial. Debemos legar a nuestros hijos un planeta más limpio y seguro».

Tras la apertura solemne de la cumbre, comienza la recta final de un dilatado proceso negociador que debiera culminar durante los próximos diez días.

La retórica grandilocuente que ha precedido a los trabajos finales de la COP21 no siempre consigue ocultar los grandes desafíos pendientes.

Transición ecológica y decisiones vinculantes

Los dos primeros países / Estados contaminadores, China y EE. UU., siguen teniendo reservas de fondo y forma y fondo sobre el carácter vinculante que pudiera tener la declaración final.

La Unión Europea (UE) «presume» desde hace tiempo de ser un «buen alumno» de la gran transición ecológica mundial. Sin embargo, la misma Unión continúa siendo el tercer contaminante mundial.

Cuarto contaminante mundial, la India, un Estado / continente, desea preservar su derecho nacional / continental a un ritmo de crecimiento propio, cuya dimensión contaminante está sujeta a incontables apreciaciones nacionales y regionales.

Los países pobres, calificados piadosamente de países del Sur, están formalmente dispuestos a aceptar todo tipo de compromisos, más o menos vinculantes, lanzando una pregunta de fondo: ¿Están los países ricos (los países del Norte, en la terminología políticamente correcta) dispuestos a pagar o financiar la transición energética? El secretario general de la ONU, los presidentes de China e India insisten en reclamar 100.000 millones de euros anuales, a partir del 2020. Washington, guarda un silencio sepulcral, en ese terreno. Acosados por el terrorismo, la crisis de los refugiados y la crisis económica, los miembros de la UE se preguntan quién, como y cuando pagará las facturas ecológicas por venir.

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