El papa Francisco camina entre pompas de jabón durante la audiencia general del pasado miércoles
El papa Francisco camina entre pompas de jabón durante la audiencia general del pasado miércoles - efe

El Papa recuerda a las 71 víctimas del camión de Austria

Pide a la comunidad internacional que haga «cualquier cosa» para poner fin a la persecución contra los cristianos en Oriente Medio

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«Son crímenes contra la familia humana». Así es como ha definido el Santo Padre el tráfico de seres humanos. Lo ha hecho al recordar a las 71 víctimas del camión austriaco por las que ha asegurado que «reza e invita a rezar». Y así lo ha hecho. Los peregrinos en la plaza de San Pedro han orado en silencio por estas personas. Algunos incluso con lágrimas en los ojos. El Papa, visiblemente conmovido, ha confiado «a la misericordia de Dios» a estos 71 refugiados, «entre ellos cuatro niños», resaltó especialmente el Pontífice. A continuación ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional «a cooperar con eficacia para impedir estos crímenes que ofenden a la familia humana».

No es la única petición a los poderes terrenales que ha hecho el Papa durante el Ángelus de este domingo.

Ha solicitado «que se haga cualquier cosa para que se ponga fin a la violencia y el abuso» contra los cristianos perseguidos. Ha explicado que el sábado fue beatificado en Líbano, Flaviano Michele Melki, un obispo siro-católico asesinado por odio a la fe durante el genocidio armenio, el 29 de agosto de 1915. Fue capturado por las tropas otomanas que le obligaron a convertirse al islam. El obispo se negó a abjurar de su fe y por eso fue torturado hasta la muerte y posteriormente decapitado.

Aquello, que sucedió hace 100 años, por desgracia hoy en día no suena tan lejano. Por eso, el Santo Padre ha puesto como ejemplo de valor a este mártir que sufrió en carne propia lo que miles de cristianos de Oriente Medio están viviendo a manos del Estado Islámico. No en vano, el Pontífice ha vuelto a decir que «hay más mártires hoy en día que en los primeros siglos». Además ha deseado que «la beatificación de este mártir infunda en ellos consuelo y esperanza» y también que «sirva de estímulo a los legisladores y gobernantes para que, en cualquier parte, se asegure la libertad religiosa; y a la comunidad internacional para que haga cualquier cosa para poner fin a la violencia y los abusos».

El Papa habló previamente de «los que dicen una cosa pero hacen otra». Es decir, la lectura del Evangelio dominical en la que el Santo Padre basó su alocución previa al rezo del Ángelus es aquella en la que Jesús se enfrenta a los fariseos y escribas. Los fariseos son los hipócritas, «ese es el adjetivo que Jesús dice a los fariseos, –hipócritas–, porque dicen una cosa y hacen otra», ha explicado el Papa. Por eso ha dicho que vivir de acuerdo a la ley de Dios «en estricta observancia de la ley» no significa ser buen cristiano.

Para comprender mejor estas palabras, puso un ejemplo por desgracia frecuente en muchas parroquias y comunidades eclesiales: El de quienes se pasan el día en la iglesia «pero después en su vida cotidiana descuidan a la familia, hablan mal de los otros y todo lo demás. Esto es lo que Jesús condena porque esto es un anti-testimonio cristiano». Ha recordado a los fieles que la actitud exterior es el resultado de un cambio interior, de un corazón «purificado» y no a la inversa. Así que, por último, les ha invitado a convertirse para tener «manos y labios limpios que pronuncien palabras sinceras de amor, de perdón y de misericordia» porque «esto solo lo puede hacer un corazón sincero, libre de hipocresía», apostilló el Papa Francisco.

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