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Los últimos videoclubs de San Fernando antes de la extinción

La piratería ha herido de muerte a unos negocios que en la ciudad aguantan por el amor al cine que tienen sus propietarios

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En un mundo en el que 'E.T.' pediría mandar una geolocalización a sus padres, en el que a Rick Blaine (Humphrey Bogart) y a Ilsa Lund (Ingrid Bergman) siempre les quedaría 'whatsapp'. En un mundo en el que Scarlet O'hara (Vivien Leigh) pondría a Dios por testigo de que jamás volvería a quedarse sin batería, en el que L.B. Jeferries (James Stewart) viera algo sospechoso en el vecino, tras hacerse un selfie en su ventana, y siguiera sus movimientos por 'facebook'. En ese mundo no tienen cabida los videoclubs.

Y en esta ocasión no hay fórmula secreta, ni mosquito que guarde el ADN, para recuperarlos de la extinción, por lo que más pronto que tarde quedarán en el recuerdo de un selecto parque jurásico en el que ya le esperan los cassettes.

En San Fernando ya solo queda una pequeña resistencia. Dos habitáculos reducidos que cada día consiguen cambiar su fecha de caducidad, si bien cada día están más convencidos de que les queda poco para rendirse. Son el Madison 2 y La gramola, los únicos supervivientes de los más de 30 videoclubs que llegó a tener la ciudad. Las descargas, el 'on line', la nueva generación de televisores, los 'smartphones', han podido con ellos.

Lejos quedan los días en los que La Gramola tenía largas colas de más de 50 personas esperando para poder alquilar 'Titanic'. Es curioso como una de sus películas más solicitadas sea ahora el guión de lo que le está pasando. 'La Bella y la Bestia' era otra de las cintas que resultaba complicado coger. Tras su mostrador sigue José Antonio Aragón, un enamorado del séptimo arte que tiene claro que si le toca la lotería cierra su videoclub, pero para montar un cine.

«Sigo en esto porque me gusta. Tengo otro trabajo y esto solo me da quebraderos de cabeza. Mi mujer dice que tenemos una conversación pendiente y yo la aplazo, porque me cuesta perder ese cara a cara con los clientes, recomendaciones y discusiones sobre películas. Los más fieles me piden que aguante que si me voy no tienen a donde ir para alquilar».

Señala como gran problema a las descargas y aunque pide más medidas y medios para luchar contra la piratería, sabe que es algo muy complicado de erradicar. «Está tan interiorizado que los hijos a los padres les dice que venir a alquiler es tirar el dinero, que eso ya no se lleva. Incluso hay quien te pide una película que quiere comprar y te aconseja que se la descargues que sale más barato».

Tiene claro que posiblemente será el último en irse y lamenta las peleas por sacar a flote el negocio. «Fui el primero en denunciar cuando se quedaban las películas, el primero en anunciarme en los cines de Bahía Sur. Siempre que te quedas solo, que son muchos ratos, repasas los buenos y malos momentos».

Los nuevos formatos como el 'Blue Ray' o el '3D' no han remontado el negocio. Eso lo constata Carmen González que sigue al frente de Madison 2. «Antes comprábamos 24.000 euros al año en películas, ahora 4.000». Su marido Ricardo Torti trabajó durante años en el videoclub y asegura que ya no es rentable, la piratería se los comen. «Ya hay quien entra y te pide que si puede probar la película pirata que se acaba de comprar». Carmen también tiene la idea de cerrar. «Hace tiempo que lo estamos diciendo y cada vez está más cerca de que sea así». «Nadie hace nada mientras nos hundimos», sentencia Ricardo.

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