Ignacio Moreno Bustamante

El rabo de los perros

Definitivamente Ramón Ramírez –¿o era Rodríguez?– era casta. Un fascista sin escrúpulos

Ignacio Moreno Bustamante
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Definitivamente Ramón Ramírez –¿o era Rodríguez?– era casta. Un fascista sin escrúpulos. Todos nosotros pensando que era un humilde pastor o agricultor del siglo XII y resulta que no. Era un maltratador de animales. ‘El perro de San Roque no tiene rabo, porque Ramón Ramírez –¿o era Rodríguez?– se lo ha cortado’. Valiente desalmado. Seguro que, al pasar de los años, conseguiría un puesto en alguna multinacional. No sé si en aquella época existían las puertas giratorias o eran todas de madera con grandes dinteles. Pero por una de esas atravesó seguro el malvado Ramón para trepar hasta las altas esferas. Dele usted tiempo a cualquier parlamentario de Podemos y conseguirá las pruebas que así lo demuestren.

En fin. El temita de la prohibición de cortar rabos a los canes es la demostración fehaciente de que el nivel actual de la política española ha alcanzado su máximo nivel de absurdez.

Si hay que dejarles largos los apéndices, dejénseles. Sean de caza, galgos, chihuahua o perros salchichas. Nadie quiere ver sufrir a un perro. Pero por favor, no elevemos el tema a categoría de asunto de Estado porque ya está bien. La política del ridículo con la que nos castiga Podemos es del todo insoportable. Que si Bescansa acude al Congreso con su bebé en brazos. Que si Pablo Iglesias va en mangas de camisa a ver al Rey. Todo gestos de cara a la galería sin el más mínimo calado político. Tienen una pasmosa habilidad para convertir en problemas temas que nunca lo han sido.

Y a nivel local, el asunto traspasa de largo el umbral de lo ridículo. Llevamos décadas compaginando la enseñanza pública con la concertada. Ningún ciudadano, ninguna ‘gente’, ha tenido nunca problema con ello. Si acaso, para pedir más aulas concertadas porque ofrecen un mejor servicio a los alumnos. Pues ahora llegan ellos a descubrir la pólvora. Como con la bandera de España de la Plaza Sevilla. Nunca hubo una protesta, ni una concentración, ni una Marea Antirojigualda. ¿No hay problema? Pues no lo inventamos. Cualquier excusa vale. Cualquier asunto menor. El cuadro del Rey, el pebetero de la Plaza de España, el concurso de ninfas... lo que sea para distraer la atención. Cuentan los más viejos del lugar que durante el franquismo se distraía a los españoles con fútbol y toros. Ahora los podemitas hacen lo mismo. El caso es distraer la atención. Mientras hablemos de rabos de perro, de banderas, de cuadros o de ninfas, no lo haremos del presupuesto municipal que es un desastre, o de la ineptitud del concejal de Hacienda, o del lamentable estado de la ciudad. Maldito Ramón Ramírez –¿o era Rodríguez?–. Tirano. Fascista.

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