Montiel de Arnáiz - Opinión

Gafas de suegra

la noticia en mayúsculas fueron los semáforos isleños, que mostraron en sus pilotos led a parejas homosexuales

Montiel de Arnáiz
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La dictadura de lo políticamente correcto ha sido jubilada por la censura feminista, que tuerce las necesarias políticas de fomento de la igualdad desbocando fobias propias y azuzando a los maricomplejines que todo lo ven con «gafas de género». En una semana en la que el papel procesal de mujer florero de la ex infanta ha sido premiado con una sentencia absolutoria –algo que para algunos jamás hubiera pasado caso de que la esposa alelada, una suerte de Ana Mato borbónica, hubiera sido cualquier otra- la noticia en mayúsculas fueron los semáforos isleños, que mostraron en sus pilotos led a parejas homosexuales. Consecuencia: San Fernando apareció en el telediario nacional de la tarde (objetivo cumplido, Ana Lorenzo). La más mínima crítica o reparo a esta iniciativa hizo que los mismos que te jubilarían a tiros al amanecer tilden al disidente de facha, ese cajón de sastre invectivo tan de moda en los tiempos del podemismo responsable.

Sí me parece mal que algunas utilicen sus cargos políticos para hacer escarnio y censura de lo que contradice su ideología, léanse las críticas públicas de María Romay a una agrupación carnavalesca o la última de Ana Camelo, que parece querer indicar al Téllez, Rafael Marín y resto del jurado del COAC, que la suegra de Selu García Cossío no es bienvenida en Semifinales como sí lo es, claro está, la chirigota de Vera Luque, de la que las malas lenguas dicen que tiene al imputado Barcia como autor «a sabiendas» de sus letras, y que ha sido trending topic en Twitter por una mención del Follonero Évole.

Sin estar siquiera disponible la sentencia que crujía al Duque Empalmado –¡clan!-, una jauría interesada, graciosilla y montuna, mordía ya los tobillos de todo lo que se moviera con diversos argumentos: los años de cárcel eran pocos y cobardes, la Justicia está corrompida y el fiscal es un chufla, la guillotina no está suficientemente afilada ni oxidada, etcétera. Y para más inri, la hermana del Rey, esa Urdangarina que firmaba sin entender ni mirar, tendrá que aguantar la mirada con “»gafas de suegra» de Claire Liebaert, que la culpará, a buen seguro, de haber cambiado la forma de ser de su honradísimo hijo.

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