Isabel San Sebastián

Se buscan culpables

Isabel San Sebastián
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Nuestros próceres patrios andan más ocupados buscando culpables a los que imputar los problemas causados por ellos mismos que trabajando para resolverlos. La caza y captura del chivo expiatorio siempre ha sido un deporte apreciado por los políticos españoles, poco dados a rendir cuentas, aunque el ejercicio de escapismo actual bate récords.

La caza y captura del chivo expiatorio es un deporte preciado por los políticos, poco dados a rendir cuentas

Pedro Sánchez, digno heredero de Zapatero al frente del PSOE, ha dejado su partido reducido a 90 míseros escaños, pese a lo cual está empeñado en encabezar el Gobierno, pagando el precio que haga falta. Rehusó sentarse a negociar con el PP, ignorando por completo el interés de los españoles, en parte por cálculo electoral, sobre todo en razón de su ambición personal y de la visceral antipatía que se inspiran mutuamente Rajoy y él.

Su acuerdo de investidura con Ciudadanos, no obstante, resulta insuficiente para dar satisfacción a sus propósitos, por lo que anda empeñado en conseguir que se sume a él Podemos. Y a fin de conseguirlo ofrece «modificar» lo pactado con Rivera. O sea, decir «digo» donde firmó «Diego» y pedir luego a su militancia que ratifique el cambalache en aras de hacer posible un «gobierno de cambio». Si el líder de Ciudadanos se niega a ceder al chantaje y dar por buena la estafa, en coherencia con lo prometido a sus votantes, será señalado por el tándem Sánchez-Iglesias como responsable de bloquear ese «sugestivo» proyecto y forzar la repetición de las elecciones. Eso, en el supuesto de que tal negativa impida el acceso del socialista y su escudero a la Moncloa, dado que ahí está la alternativa del apoyo separatista, al que, llegado el momento, puede no hacer ascos la pareja, previa campaña mediática destinada a convencer al respetable de que la obstinación de la «derecha blanqueada» impedía otra salida.

Porque el apetito de poder de Pablo Iglesias nada tiene que envidiar al de su compañero de posado en el Congreso. De ahí que desde hace días haya concentrado sus mensajes en el verbo «ceder», arreglándoselas incluso para que lo «descubriera» en sus notas manuscritas una cámara de TV «indiscreta». Si Podemos «cede» y pese a ello la izquierda no gobierna, el fracaso solo podrá deberse a la cerrazón de los de Rivera y el empeño absurdo de Sánchez en mantenerse leal al pacto suscrito con ellos. O sea, Podemos se salvará a ojos de su electorado y afrontará una eventual campaña en posición ventajosa, siempre que no acabe fraguando un Frente Popular clásico, como desean los populistas.

Claro que en la pugna por ver quién desvía mejor el tiro en beneficio propio compiten con afán de victoria Mariano Rajoy y su equipo. Él ni siquiera se ha molestado hasta ahora en mover ficha. Permanece a la espera, sin descolgar el teléfono, culpando a todos los demás de no querer hablar con él y rechazando de plano la idea de ofrecer su cabeza, abrasada, a cambio de hacer valer la magra victoria de sus siglas. Se considera víctima de una inexistente conspiración urdida contra el PP, a la vez que trata de silenciar cualquier voz crítica no solo en los medios de comunicación al alcance de sus pretorianos, sino hasta en su propio partido, donde los jóvenes de la red Floridablanca inician hoy una campaña de recogida de firmas para pedir la celebración de un Congreso que debiera haber tenido lugar hace un año. Él sigue en lo alto de su taburete, emulando a don Tancredo, mientras Montoro imputa a las comunidades autónomas el fracaso del Ejecutivo en el objetivo de cumplir el déficit que España comprometió ante Bruselas. Y es que cuando hasta la Economía se tuerce, dejándote colgado de la brocha, hace falta un maestro armero con las espaldas bien anchas…

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