El gran gallo del bosque, al límite

La viabilidad de la especie pasa por la cría en cautividad, que no acaba de dar frutos

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El urogallo cantábrico es un ave escurridiza y difícil de ver, salvo en la época de celo, en la que el macho se entrega al ritual del canto y el pavoneo en los cantaderos. Y su número, que sigue menguando, dificulta aún más las probabilidades de observarlo. En los pueblos de la vertiente leonesa de la Cordillera Cantábrica, a donde nos acercamos para conocer la situación en la que se encuentra este gran gallo del bosque, son los menos los que confiesan haberlo visto en alguna ocasión, lo que además ha servido para revestir a esta ave de un halo de misterio.

«Hoy no creo que queden más de 400 ejemplares, de los que unos 180 serán machos», explica Luis Robles, coordinador de las acciones de campo del Proyecto Life+ Urogallo Cantábrico, que comenzó en 2010 y terminará a final de este año.

Aunque no habrá nuevo censo -el último se realizó en 2005- hasta que termine esta temporada de cría en agosto, Robles cree que los nuevos datos vendrán a refrendar el declive en el que se encuentra inmersa esta subespecie de urogallo propia y exclusiva de la Cordillera Cantábrica, y que «es la que tiene un mayor riesgo de extinción de todas las especies de aves de la Península», apunta Ignacio Torres, director de este proyecto Life+ y subdirector de la Fundación Biodiversidad, del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, que coordina las acciones de este programa Life cofinanciado por la Unión Europea.

Aunque lo cierto es que los censos que se van a hacer tanto en Castilla y León, Asturias y Cantabria serán parciales y, por lo tanto, no serán comparables al de 2005, los datos que aporten los cerca de 180 cantaderos que se van a vigilar, junto al muestreo genético, nos darán los números del estado en que se encuentra la especie.

Pero los seis años de trabajo sobre el terreno ya nos ponen en la pista de las dificultades que tiene el urogallo para sobrevivir y que han llevado a que en las últimas tres décadas haya desaparecido del 70% de los lugares que ocupaba, con poblaciones ya extinguidas en Lugo y Palencia; apariciones esporádicas en Cantabria, y el grueso de los ejemplares en Castilla y León y, sobre todo, en Asturias, en el núcleo de población occidental (Fuente del Narcea, Degaña e Ibias Somiedo, Muniellos, Ancares, Sierra de los Ancares, Omañas, Ubiña-La Mesa, Alto Sil y varias zonas limítrofes a estos espacios en León). «Estos son los núcleos más estables y constituyen el futuro de la especie», explica Felipe González, delegado en Cantabria de SEO/BirdLife.

Cambio de su hábitat

La principal causa para el declive de esta ave forestal -que vive en hayedos, robledales y pinares relícticos entre 1.200 y 1.700 metros de altitud- hay que buscarla en el cambio de su hábitat. Los cambios en los usos ganaderos y forestales han hecho que la superficie forestal en la Cordillera Cantábrica haya aumentado más del doble desde los años 80, explica Ignacio Torres. Esto no favorece al urogallo, que prefiere espacios abiertos y con cobertura de copas moderada, que permita la entrada de luz suficiente para que los arbustos, sobre todo el arándano, su principal fuente de alimento, alcancen un adecuado desarrollo.

Por eso, la principal actuación dentro del programa Life ha consistido en tratamientos selvícolas en 543 hectáreas con el objetivo de aumentar la alimentación. En este sentido, Mariano Torre, codirector de la parte leonesa del Parque Nacional de Picos de Europa, explica que, en las tareas de desbroce, «si abrimos o clareamos demasiado puede producirse una invasión de brezo y, en cambio, densidades muy fuertes de árboles juegan en contra del arándano. Tenemos que encontrar el punto adecuado para que haya la suficiente luminosidad no solo para que el arándano crezca sino para que fructifique».

Y es que «lo importante para el urogallo no está en los árboles, sino en el suelo», abunda el delegado de SEO en Cantabria. Y es que el urogallo se alimenta de las semillas, las hojas, los tallos y los frutos de las arandaneras, que además le sirven de proteccióncontra los depredadores, como la marta, el jabalí y el zorro, explica Luis Robles. Los pollos, que necesitan mucha proteína, se alimentan también de los insectos que hay en las arandaneras. «En invierno también comen hoja de acebo y acículas de pino, pero son menos nutritivas porque son pura fibra», dice Robles.

El arándano es clave

Pero el arándano no es solo el plato favorito del urogallo, que compite con corzos y ciervos por el alimento. En este sentido, algunas de las actuaciones llevadas a cabo han consistido en la traslocación de martas a otras zonas y en la batida de ciervos -introducidos en la Cordillera en los años 40 del siglo pasado- cumpliendo los cupos previstos en los planes de caza. Este control de ciervos y corzos empieza a dar sus frutos, y las parcelas que se habían vallado para evitar la entrada de ciervos y ver cómo evolucionaba el arándano sin ellos, se encuentran en un estado parecido a las que no se vallaron, lo que demuestra -explica Robles- que el ramoneo ha disminuido. No obstante, la respuesta del arándano es lenta y aún harán falta 3 o 4 años para que llegue a la altura de la rodilla, idónea para que los urogallos se escondan.

No hay una causa única que haya llevado al urogallo a la situación actual. El cambio climático también ha repercutido en el hábitat, relegando a la especie a altitudes cada vez mayores. Por ello se trabaja simultáneamente en un Plan de Cría en Cautividad en el Centro de Sobrescobio (Asturias), pero que no acaba de dar sus frutos. «Cada año que pasa creemos que es el último», dice Borja Palacios, técnico del Parque Nacional de Picos de Europa y miembro del comité científico del Proyecto Life+ Urogallo Cantábrico, quien considera que «el principal pilar para el futuro de la especie es la cría en cautividad».

Cría en cautividad

Sin embargo, los resultados del Plan de Cría en Cautividad no acompañan, y de los cinco ejemplares que se han soltado desde 2014, los dos últimos a mediados del pasado mes de mayo, solo uno -una hembra que se liberó para intentar que se apareara e incorporar luego esa puesta al reservorio genético- sigue con vida. Los próximos pasos a dar son la retirada de puestas para asegurar la máxima variabilidad del «stock» genético, y también se han realizado algunas mejoras en las incubadoras de Sobrescobio con el fin de minimizar las malformaciones con la que han nacido muchas crías, según cuenta Ramón Balsera, veterinario del centro de cría.

En la actualidad hay 14 ejemplares en cautividad -5 machos y 9 hembras-, y el nivel óptimo de recolonización de la especie solo se alcanzaría liberando cada año unos 60 individuos, dice el subdirector de la Fundación Biodiversidad. Por tanto, queda mucho trabajo por hacer para aumentar la tasa de individuos viables en cautividad -el año pasado de 52 huevos solo sobrevivieron 5-. La duda es si la finalización del Proyecto Life+ el próximo diciembre hará peligrar la continuidad de unas actuaciones vitales para frenar el declive de esta especie única.

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