Moon Jae- in es hijo de refugiados norcoreanos y quiere imponer mayores controles a los «chaebols» o corporaciones surcoreanas
Moon Jae- in es hijo de refugiados norcoreanos y quiere imponer mayores controles a los «chaebols» o corporaciones surcoreanas - AFP

El progresista Moon Jae-in gana las elecciones en Corea del Sur prometiendo cambios y acabar con la corrupción

Tras ocho años de hegemonía conservadora, la izquierda vuelve al poder por el escándalo de tráfico de influencias que tumbó a la presidenta Park

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Tal y como habían vaticinado las encuestas, el progresista Moon Jae-in ha ganado este martes las elecciones presidenciales con una amplia ventaja sobre sus más directos rivales. Con el escrutinio concluido, le sacó quince puntos al conservador Hong Jong-pyo y veinte al liberal de centro-izquierda Ahn Cheol-soo. «Será la victoria del deseo desesperado del pueblo por un cambio de gobierno», se congratuló Moon ante sus seguidores en el escenario montado por el Partido Democrático en el centro de Seúl, donde se desató una colorida fiesta de «K-pop»(pop coreano) para celebrar su triunfo.

No era para menos. Moon ha capitalizado la indignación generalizada por el escándalo de corrupción de la «Rasputina» Choi Soon-sil, la amiga íntima de la anterior presidenta, Park Geun-hye, que vendía favores políticos a los «chaebols» (corporaciones industriales) por sobornos millonarios.

En prisión preventiva, ambas esperan a ser juzgadas junto al heredero de Samsung, Lee Jae-yong, y podrían ser condenadas a diez años de cárcel. Harta de estas oscuras conexiones entre el poder político y el económico, la sociedad surcoreana se ha movilizado en masa. Primero tomando las calles con las multitudinarias manifestaciones del invierno y este martes acudiendo en tropel a las urnas.

«Estamos muy enfadados por la corrupción en Corea del Sur y queremos un cambio», ha explicado a ABC Jung Min, funcionario jubilado de 63 años, al salir de votar en el centro cívico de Myeong-dong, en el centro de Seúl. Junto a su esposa, Choi Jung-in, había depositado la papeleta del candidato número 1, Moon Jae-in, «porque hay que cambiar el régimen del partido conservador, que ha cometido muchos errores».

Fin a la hegemonía conservadora

Después de casi una década de hegemonía de la derecha, la izquierda vuelve a tomar el poder con la promesa de darle un giro al país. Durante la campaña, Moon ha abogado por imponer mayores controles a los «chaebols» para acabar con la impunidad de sus magnates. Pero no lo será fácil porque necesitará una reforma legal y, sin una mayoría clara en el Parlamento, tendrá las manos atadas hasta las próximas elecciones legislativas, en abril de 2020.

De igual modo, el presidente electo quiere acabar con la «mano dura» del anterior Gobierno con Corea del Norte, que se ha embarcado en una nueva escalada militar. Para Moon, este asunto es personal porque sus padres son refugiados que huyeron del Norte durante la guerra civil (1950-53) y han dejado allí a parte de su familia. En 2004, acompañó a su madre a Corea del Norte en un programa de reuniones familiares para que se reencontrara con su hermana, a quien no veía desde hacía más de 50 años.

Para rebajar la tensión con el joven dictador Kim Jong-un, Moon ha abogado por reabrir el diálogo. Una propuesta que puede contrariar las serias advertencias del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para frenar el programa nuclear norcoreano.

«La alianza entre Washington y Seúl puede estar en riesgo por sus puntos de vista totalmente divergentes sobre Corea del Norte, pero dependerá del primer contacto entre los dos mandatarios y cómo manejen sus diferencias», ha analizado para ABC Kim Duyeon, experta del Foro Futura Península Coreana.

A su juicio, Moon «estará impaciente por revitalizar las relaciones intercoreanas, algo que EE.UU. debería apoyar siempre y cuando no vaya en contra de las sanciones internacionales. Si los intercambios pueden ayudar a rebajar la tensión, deben intentarse mientras no interfieran en los esfuerzos por desarmar a Corea del Norte». Pero la investigadora también ha advertido de que « hay motivos de preocupación porque (Moon Jae-in) puede ser demasiado tolerante con Pyongyang». Dentro de sus diferencias, parece que el presidente electo tendrá que tragar con el controvertido escudo antimisiles contra Kim Jong-un que EE.UU. ya ha desplegado en el centro del país.

A sus 64 años, este abogado de derechos humanos durante la dictadura toma las riendas de Corea del Sur con el objetivo también de impulsar la ralentizada economía, frenar el estancamiento de la clase media y reducir las crecientes desigualdades sociales. Para ello, ha prometido pensiones para los más desprotegidos y crear 800.000 puestos de trabajo en el sector público en cinco años. Intentando superar el nefasto legado de Park Geun-hye, Corea del Sur abre una nueva etapa de su historia democrática con esperanzas de cambio.

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