La nueva presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, durante la ceremonia de posesión del cargo
La nueva presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, durante la ceremonia de posesión del cargo - EFE

La nueva presidenta de Taiwán toma posesión apelando al diálogo con China

Tsai Ing-wen, primera mujer en ocupar la presidencia de la isla, se propone dejar de depender económicamente del régimen de Pekín, que aspira a la reunificación

Corresponsal en Pekín Actualizado: Guardar
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La nueva presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, ha tomado este viernes posesión de su cargo tras la arrolladora victoria de su formación, el Partido Democrático Progresista (PDP), en las elecciones celebradas el pasado 16 de enero. Tsai Ing-wen, primera mujer en ocupar la presidencia de Taiwán, cambiará la política de acercamiento a China que había llevado el anterior Gobierno del Kuomintang (KMT) durante los últimos ocho años, pero evitará giros bruscos para no airar al autoritario régimen de Pekín.

Desde el final de la guerra civil en 1949, cuando el Generalísimo Chiang Kai-shek huyó a Taiwán tras ser derrotado por Mao Zedong, esta isla permanece separada de China, que aspira a la reunificación. Aunque Taiwán es un país independiente de facto, China lo reemplazó en los años 70 en la ONU y otros organismos internacionales y solo es reconocido por una veintena de Estados.

Con el fin de salir de su cada vez mayor dependencia económica de China, que amenaza su identidad, la nueva presidenta de Taiwán se propone ampliar sus vínculos comerciales por el Sudeste Asiático y aumentar el reconocimiento internacional de la isla, lo que provocará tensiones con Pekín, que tiene más de 1.500 misiles apuntando en el Estrecho de Formosa para impedir que declare formalmente su independencia.

Intentando evitar escaladas militares como las del pasado, Tsai Ing-wen apeló al diálogo con China en su discurso de toma de posesión. «Las dos partes en el gobierno a ambos lados del Estrecho deben dejar a un lado la mochila de la historia y entablar un diálogo positivo por el bien de sus pueblos», propuso la nueva presidenta. Además de comprometerse a mantener «la paz y estabilidad en el Estrecho», Tsai Ing-wen lanzó un guiño a Pekín al adherirse al Consenso de 1992 que rige las relaciones entre China y Taiwán. «Trabajaremos para mantener los actuales mecanismos de diálogo y comunicación en el Estrecho de Taiwán», prometió la presidenta, quien recordó que «desde 1992, más de veinte años de relaciones y negociaciones han dado lugar a resultados que ambas partes debemos mantener». A su juicio, prosiguió, «estas realidades y cimientos políticos son las bases sobre las que debe continuar el desarrollo pacífico y estable de las relaciones en el Estrecho (con China)».

A nivel doméstico, Tsai Ing-wen prometió un amplio programa de reformas para revitalizar la economía de Taiwán, que se basa en la industria tecnológica pero se enfrenta a una dura competencia por parte de China y Corea del Sur. Al igual que otros países avanzados, el desarrollo económico de la isla parece haber tocado techo por su pérdida de competitividad en un mundo globalizado y con vecinos capaces de ofrecer una mano de obra más barata. Este estancamiento lleva a muchos jóvenes taiwaneses a emigrar en busca de sueldos más altos a China, donde cuentan con la ventaja de hablar el mismo idioma y se valora su superior educación. «Nuestros jóvenes sufren salarios muy bajos», reconoció la presidenta, quien advirtió que «cuando su gente joven no tiene futuro, un país no tiene futuro».

La presidenta presta juramento
La presidenta presta juramento - REUTERS

Para cambiar esa dinámica, propuso una «reforma estructural» y anunció una «Nueva Política con Rumbo al Sur», en referencia al Sudeste Asiático, «con el fin de elevar el ámbito y diversidad de nuestra economía exterior, así como para decir adiós a nuestra pasada dependencia en un único mercado», en clara alusión a China. Para Tsai Ing-wen, «el primer paso de la reforma es fortalecer la vitalidad y autonomía de nuestra economía, reforzando las conexiones globales y regionales de Taiwán y participando activamente en la cooperación multilateral y bilateral, así como en tratados de libre comercio como la Alianza Transpacífica», que impulsa Estados Unidos con otros doce países de la región.

Sacando a relucir la sangre aborigen de su abuela, también prometió más respeto para las comunidades indígenas de Taiwán, diezmadas durante los dos últimos siglos por la población procedente de China.

Además de reconocer una larga lista de problemas sociales, desde el sistema de pensiones hasta la educación pasando por la creciente brecha entre ricos y pobres, la nueva presidenta anunció la creación de una Comisión de la Verdad y la Reconciliación para recordar los abusos de la dictadura del Kuomintang en Taiwán, que duró desde 1949 hasta la transición democrática de los años 80 y 90. Con su alternancia política plenamente consolidada, Taiwán sigue buscando su identidad bajo la alargada sombra de China.

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