Así es un día en la primera bosque escuela de Madrid

En este modelo educativo los niños aprenden el currículo escolar en la naturaleza

ALBERTO FANEGO
Carlota Fominaya

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Son las 8:30 de la mañana y a las faldas de la sierra de Cerceda el termómetro marca 4 grados, pero debido al viento que hace hoy la sensación térmica de frío es un poco mayor. Poco les importa a los 20 niños de entre 3 y 6 años escolarizados en Bosquescuela , el proyecto de educación infantil al aire libre puesto en marcha por Philip Bruchner. «No tienen frío, la verdad es que ellos nunca se quejan», asegura sonriente. De hecho, prosigue, hay un viejo dicho que dice que «no hay tiempo malo, hay ropa inadecuada». Todos estos pequeños van bien equipados con ropa térmica, gorros, guante y buenas botas para corretear por el barro y por el campo.

Cuando ya están todos reunidos, empieza la clase al aire libre, de una hora de duración. Esta mañana toca matemáticas, y los niños se dividen por equipos para hacer figuras geométricas con palos de madera. Un triángulo, un cuadrado, un rectángulo… Estas tareas sirven para trabajar los contenidos de las diferentes áreas del currículo del segundo ciclo de educación infantil, puesto que la escuela está avalada por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.

ALBERTO FANEGO

«Se intenta que en las clases haya un buen equilibrio entre las actividades de cognición, movimiento y canto para conseguir la máxima implicación de los niños, atendiendo a sus propios intereses y preferencias. Se suele trabajar de manera instructiva, respetando a la vez el grado de participación que cada uno elija», explica Jara Loira, la directora pedagógica de Bosquescuela.

Excursión y psicomotricidad

Cuando acaban el trabajo dirigido, cogen sus mochilas con el almuerzo y comienza la excursión, de un kilómetro aproximadamente, y cada día a un lugar diferente. «Una de las características principales de trabajar con niños en plena naturaleza son las sorpresas que esto te depara. De un día a otro, donde ayer había flores moradas, puede que ya no estén, pero quizás te encuentres con un milano volando. Cada día es diferente. Muchas veces pensamos que está nublado, pero luego se abre el cielo y acabamos con un sol estupendo», señala esta maestra.

ALBERTO FANEGA

Durante el trayecto, de media hora aproximadamente, los niños trotando felices, unos más rápidos, otros más rezagados, pero no se les mete prisa. Van recogiendo cáscaras de bellota, semillas de flores… «Entendemos que el camino es el objetivo… Cada uno lo hace a su ritmo para tener tiempo de descubrir e investigar las cosas que se encuentra a medida que avanza. El aprendizaje es súper activo, porque el mismo material que se van encontrando es atractivo», señala Bruchner.

Hasta el más pequeño, de apenas tres años recién cumplidos, demuestran una psicomotricidad excelente, al cruzar el río sobre un puente de madera. «En mi opinión, es fundamental para estas edades, y se debería apostar por su desarrollo durante la infancia, más incluso que los contenidos. Nuestros alumnos casi aprenden solos, sin forzar o adelantar contenidos», advierte Loira.

ALBERTO FANEGO

Comida y juego libre

Al llegar al lugar seleccionado del día el grupo se sienta y saca un pequeño almuerzo. «Les decimos a las familias que preparen un desayuno equilibrado , rico en hidratos de carbono, en el que incluyan frutas, verduras, frutos secos…». Dani trae aceitunas, anacardos y empanadas, y Mateo dos huevos de codorniz, queso, lomo y fruta. Todos dan buena cuenta de sus tarteras antes de que llegue el ansiado rato de juego libre.

Los niños enseguida se desperdigan en pequeños grupos, sin parar de hablar entre ellos. «Mira, nosotros estamos construyendo una madriguera para un zorro», señalan. Para Philip Bruchner , es importante señalar que no hace falta hacerles propuestas de actividades, porque estas salen por su propio interés y normalmente les lleva fuera de su zona de confort, algo que un aula de interior no ofrece. El que no tengan que estar callados además, prosigue, hace que desarrollen muy bien unas excelentes habilidades comunicativas. ¡No paran de hablar!», se ríe.

Relajarse en la cabaña

A la vuelta, la comida hecha por un restaurante de Cerceda les espera. «No se dejan nada en el plato, pero les solemos poner una cantidad que les permita sentir que tienen autonomía para repetir», asegura Loira. En la cabaña de madera que sirve de refugio solo entran cuando la temperatura hace imposible estar fuera y para dormir, leer cuentos, o relajarse después de comer.

ALBERTO FANEGO

Hacia las 15.00 horas vuelven a jugar, y a las 16:00 empieza la fase de recogida de los niños. Llegan los padres, entre los que hay psicólogos, profesores, empresarios dedicados a la robótica... La mayoría procede de los pueblos de alrededor pero hay uno que viene todos los días desde el madrileño barrio del Pilar. «Son familias que confían absolutamente en este tipo de educación. Hay alguno que se lo toma incluso como un regalo de un año que le hace a su hijo», revela Jara.

En Bosquescuela Cerceda se sigue esta pauta tres días a la semana. Como en muchas escuelas infantiles al aire libre alemanas, en las jornadas restantes se imparten talleres. Un día al mes, acuden a Madrid a visitar museos o exposiciones. «El mundo también está muy presente» , aclara la directora pedagógica del centro. De hecho, la transición de los primeros cuatro alumnos que han salido de este proyecto en Primaria ha sido buena. «Son pequeños que hacen ese tránsito sin problemas, porque aquí adquieren todo lo necesario para su autonomía, y que llegan a sus nuevos colegios llenos de curiosidad y ganas de aprender pero sobre todo, con un alto nivel de participación», concluye Loira.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación